CAMINO HACIA LA RENOVACION PERSONAL



La tradición carmelita dice claramente que estamos llamados a la unión con Dios. Este es el objetivo de nuestro pleno desarrollo humano. Esta es la peregrinación de regreso a la inocencia del Paraíso. Logramos esto mediante un proceso de purificación y transformación que comienza con nuestro esfuerzo por vivir una vida auténtica y de oración. Concluye por la acción de Dios en el estado de contemplación. Nuestra vida cristiana nos lleva a través de la oración a la experiencia de Dios que nos purifica y transforma.

Santa Teresa de Ávila tenía en gran estima la oración vocal. Para ella, el punto clave era que debemos prestar atención a quién estamos orando junto con el mensaje de las palabras de la oración. La práctica común de la oración mental en su época se llamaba meditación. Implicaba usar la mente y la imaginación para conmover el corazón. Esto la llevó a una de sus frases más famosas: "Porque la oración mental, en mi opinión, no es otra cosa que un intercambio íntimo entre amigos. Significa tomarse el tiempo para estar a solas con Aquel a quien sabemos que nos ama.(L 8.5)

Teresa siempre vio el propósito de la oración como llevarnos a una relación amorosa más profunda con Cristo. La oración personal profunda, ya sea vocal o mental, fue el camino hacia esta relación tan importante.

Efectos de la oración

La oración regular siempre nos llevará al desafío de cambiar nuestras vidas. El viaje al centro y su encuentro con nuestro Dios amoroso en la oración no es gratuito. La oración revela lo que Dios quiere de una manera que confronta nuestros puntos ciegos. La naturaleza de la oración personal profunda es sacarnos de engaños cómodos. Ejemplos de estos engaños son nuestra incapacidad para escuchar a los demás, nuestra suposición de privilegio y prestigio, el poder y la profundidad de nuestros prejuicios, y muchos más. El tema del tiempo y las otras excusas que obstaculizan nuestra oración tienen sus raíces en el miedo a alejarnos de nuestra zona de confort. Todos estos factores contribuyen y mantienen un egoísmo básico.

Cuando oramos regularmente con un profundo compromiso personal, las cosas suceden dentro de nosotros. Prominente entre estos cambios es una nueva conciencia. Comenzamos a confiar con un renovado sentido de seguridad espiritual. La fe nos lleva a estar abiertos a Dios que nos guía en la oscuridad. Nuestras relaciones se enriquecen con un innovador sentido de compasión. Del mismo modo, nos volvemos más tolerantes y más amables con nosotros mismos y con los demás. Los fracasos se vuelven menos traumáticos e incluso parecen una apertura para dejar que Dios se haga cargo. Nuestras faltas son aceptadas. Descubrimos que no necesitamos estar en una búsqueda interminable de vernos bien.

A medida que nuestra oración se vuelve más auténtica, hay un movimiento hacia nuestro verdadero centro donde está Dios. Esto nos lleva más allá del yo superficial, del yo ensimismado y moldeado por el mundo de la publicidad y el estrecho interés propio de la familia, la comunidad, la iglesia y la nación. Aquí nos hemos visto envueltos en los interminables nuevos productos que garantizan llenar el vacío en un corazón mal dirigido y los muchos "ismos" que expanden la ceguera de nuestros prejuicios. Este es el auto-apuntalado

Con este nuevo enfoque en Dios en la oración, hay cambios aún más profundos dentro de nosotros. Comenzamos a ver la necesidad de una mayor honestidad y autenticidad en todas nuestras relaciones con las personas, las cosas, las ideas y especialmente con el don de la creación de Dios. Nos resulta más fácil echar fuera la viga de nuestro ojo y ser más tolerantes con los demás en todas sus faltas. El pensamiento de "esto o lo otro" comienza a desvanecerse. La visión de la vida de "ambas cosas" florece como una posibilidad real para nosotros. Nos sorprende cómo una situación rígida de "esto o lo otro" se convierte en varias posibilidades realistas. Finalmente, gradualmente comenzamos a experimentar la vida como enraizada en un sentido abrumador de la presencia misericordiosa y misericordiosa de Dios. La oración, en efecto, abre el camino para nuestro regreso al Paraíso.

La oración abre el pasaje al verdadero yo, escondido en lo más profundo de nuestro ser. Si bien este viaje hacia adentro en la oración ofrece innumerables bendiciones, desafortunadamente, siempre es limitado y deficiente. Poco a poco nos damos cuenta de lo lejos que estamos de nuestro verdadero destino: la unión con Dios. Esta es la paradoja de una auténtica vida espiritual. Cuanto más progresamos, más nos damos cuenta de nuestra impotencia, de nuestra pecaminosidad y de nuestra total dependencia de Dios. Esto nos lleva a la contemplación. Aquí Dios se hace cargo. Nuestro papel es dejar ir para que esta actividad divina pueda finalizar nuestra purificación y transformación personal.

II

Gracia en la lucha

La parte de la peregrinación a Dios que probablemente sea más difícil para todos nosotros es esta. Dios lo quiere todo. Por lo tanto, tenemos que soltar todo. Al principio, respondemos a regañadientes al suave pero persistente llamado divino. Pero Dios es descrito correctamente como El Sabueso del Cielo. A regañadientes comenzamos a soltar un poco más. Es por eso que Teresa ha explicado el proceso en siete viviendas. En cada etapa de crecimiento, Dios eleva el precio. Necesitamos aceptar una y otra vez nuevas demandas de auto-entrega. Por nuestra parte, parece una lucha interminable. Por parte de Dios, es una invitación suave, coherente y decidida a la libertad y al amor. Ayudarnos a progresar desde nuestra estrecha visión de lucha constante a la invitación continua al amor y la libertad es el verdadero objetivo de las enseñanzas de Teresa. Estamos hechos para Dios y estaremos inquietos hasta que seamos uno con Dios. "Todo lo que os he aconsejado en este libro está dirigido a la entrega total de nosotros mismos al Creador, a la entrega de nuestra voluntad a la suya y al desapego de las criaturas... A menos que entreguemos nuestras voluntades enteramente al Señor para que en todo lo que nos concierne, Él pueda hacer lo que sea conforme a su voluntad, nunca se nos permitirá beber de esta fuente. Beber de ella es la contemplación perfecta". (W.32.9)
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