SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

LUCAS 9: 28-36

Estimados amigos, la historia de la Transfiguración, este exasperante pico en el Cristo glorioso, está en los tres ciclos de nuestra celebración de cuaresma. A primera vista y aún a una tercera vista, es difícil imaginar cómo encaja en el sombrío mensaje de cuaresma.

Pedro pasó un momento difícil con el mensaje del Mesías sufriente la primera vez. Él no podría conectar su respuesta, el Mesías de Dios, a la pregunta de Jesús, “¿Quién dicen que soy yo?” (Lucas 9: 20) el dilema de Pedro fue este: Jesús era el Mesías. ¿Cómo podría sufrir? Jesús simplemente profundizó la confusión de Pedro cuando se refirió al hecho que los discípulos lo reconocieron como el Mesías; Jesús “Los reprendió y les dijo que no dijeran esto a nadie.” (Lucas 9: 21)

No cabe duda que nosotros compartimos la confusión de Pedro cuando tratamos de igualar nuestra fe con un Dios que es todo amor y todopoderoso y al mismo tiempo vemos el horror de la catástrofe japonesa en Hiroshima. El dilema de Pedro es nuestro dilema. ¿Cómo podemos juntar la bondad divina y el sufrimiento en una escala tan incomprensible y los sucesos consistentes de aflicción en nuestras vidas diarias? Somos testigos de las matanzas en nuestras ciudades y del desperdicio total de vidas, de jóvenes y viejos, como resultado del accionar pandilleril. Mucho más grande que el problema de la inmigración es la enorme pobreza alrededor del mundo que empuja a la gente a dejar sus hogares.

En la transfiguración, Jesús reafirma su divinidad. Sin embargo, Él hace esto en el camino a Jerusalén donde Él será rechazado, sufrirá y morirá. Entonces el Padre dice, “Este es mi Hijo, el elegido, escúchenlo.” (Lucas 9: 35) esta es la clave para la colocación de la historia de la transfiguración en este segundo domingo de cuaresma. Aquí encontraremos la salida para la confusión de Pedro y la nuestra.

El mensaje que el Padre quiere que escuchen los discípulos es muy claro. Jesús es el Mesías sufriente y los discípulos necesitan seguirlo. “Si alguno desea venir en pos de mí, debe negarse a sí mismo tomar su cruz y seguirme.” (Lucas 9: 23)

Jesús hace este mensaje más alentador en su conversación con Moisés y Elías. “Y él habló de su éxodo que iba a cumplirse en Jerusalén.” (Lucas 9: 31) este fue su camino a la plenitud del reino por su pasión, muerte y resurrección.

Cuaresma es un tiempo para prepararse a celebrar la Muerte y Resurrección de Jesús el Cristo con nueva alegría, fe más fuerte y amor creciente. Este es el gran misterio de nuestra fe y nuestra vida.Tantas veces como hemos escuchado la historia, y aún tiene semillas de luz y sabiduría, de esperanza y ternura. Nos recuerda cuán cerca está Dios de nosotros y cuán delgada es la cortina entre lo divino y lo humano. Siempre estamos en el filo de nuestra fragilidad humana y mortalidad. Igualmente, estamos al filo de la vida eterna y la felicidad. Ya sea el quebrantamiento de nuestras relaciones, las consecuencias del pecado, o la corrupción de nuestro mundo, necesitamos buscar la profundidad de nuestros corazones y “Escucharlo a Él.” (Lucas 9: 35) Él revelará nuevamente que la última palabra no es enfermedad, injusticia, prejuicio, ni el poder asombroso de la naturaleza, ni aún la muerte. La última palabra revelada en el Cristo Crucificado y Resucitado es vida y la victoria del amor. Una vez más, nuestro viaje a Jerusalén en cuaresma y, más en nuestra vida, es una invitación a entrar en el misterio. Este misterio une lo divino con el sufrimiento, el sufrimiento y el glorioso Mesías. Esto lleva a la victoria de la Pascua.
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