¿CÓMO NOS RETIRAMOS DE LAS ADICCIONES?


Nuestra realidad más profunda es que estamos hechos para Dios quien reside en el centro más profundo de nuestro ser. A causa de nuestra condición pecaminosa, perdemos el rastro de ésta última meta a lo largo del camino. El cebo de la tentación y los apegos constantemente nos desafían. Todo esto lleva a las adicciones, una diversión genuinamente poderosa de nuestro destino dado por Dios.

Los siguientes tres hechos preparan el escenario de nuestra lucha.
  • Dios nos ama y nos llama al amor y la libertad.
  • Las adicciones frustran nuestra respuesta a ese llamado.
  • Necesitamos la ayuda de la gracia de Dios para superar las adicciones y responder generosamente al llamado de Dios.

El proceso para ir hacia la libertad comúnmente es llamado vida espiritual. Nos ayuda a poner de nuevo en orden todas las cosas al dirigir las consecuencias de nuestro quebrantamiento personal, comunal y social.

En la tradición Carmelita, este viaje espiritual está enraizado en esta verdad básica: Dios nos ama primero y nos ama tal como somos. Dios está llamándonos a ser uno con Dios en el amor. Esto sucede por medio de la purificación personal y la transformación. Las enseñanzas y programas de todos los santos Carmelitas, particularmente de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila, ofrecen constante luz y dirección en este camino hacia la libertad, una libertad para amar. Esto involucra la transformación del deseo, un reenfoque de nuestra mente y nuestro corazón para movernos de nuestro propio ser como el centro de todo a Dios como el centro de todo.

La visión verdaderamente profunda de May de cómo retirarse de la adicción está íntimamente relacionada a estas enseñanzas Carmelitas. May dice que hay una leve atadura de la voluntad de la persona y la gracia de Dios en el retiro de las adicciones. Esto llama a la determinación y a la entrega más una mezcla misteriosa de dependencia y resolución. Cualquier esfuerzo que busque controlar la acción de entrega a la gracia de Dios es una fórmula segura para el dominio continuo de la adicción.

Cuando hay un verdadero retiro de una adicción, se desarrolla un vacío profundo en nuestro corazón. May describe esto como un espacio sagrado. Esta es una nueva y difícil experiencia. La normalidad del pasado reciente, cautivado por la adicción, es un tremendo atractivo para regresar a los buenos tiempos. Debemos entender que ese espacio es la llamada de Dios para una nueva libertad, para una nueva y mejor vida. Hay una gran tentación para llenar ese nuevo espacio con otra adicción. El fumador deja de fumar pero ahora come en exceso. El bebedor deja de beber pero ahora está atrapado en reuniones con los AA. Otros llenan el vacío en cientos de maneras diferentes. El verdadero retiro necesita abrazar el vacío que es la llamada de Dios a una nueva vida y una nueva libertad para amar a Dios y a nuestro prójimo. Necesitamos confiar en que Dios sabe lo mejor. Nosotros debemos encontrar nuestro nuevo hogar en el espacio sagrado.

El movimiento hacia Dios, nuestra llegada a casa, incluye la transformación de nuestros deseos. Retirarse de la adicción nos libera para amar a Dios con una libertad que se expande llevada por la gracia. Este nuevo desapego es una transformación de nuestro deseo. El anhelo por Dios emerge de su escondite en nuestro corazón para volverse un nuevo poder y luz que nos guía en nuestro camino a la casa de Dios.

A lo largo del camino, lentamente se aclara que el precio del sacrificio personal y renuncia siguen en escalada. Este es el más claro y descuidado mensaje de los Evangelios. El recién adquirido espacio sagrado se refiere a la entrega y generosidad al permitir que el espíritu de Dios nos guie.

Este nuevo crecimiento espiritual nos lleva a un programa de tres pasos que son oración, meditación y acción en respuesta a la llamada de Dios en gracia. Este es un movimiento lejos de nuestro acercamiento controlador hacia la realidad que May llama voluntariedad. Es una apertura hacia el amor de Dios, una disponibilidad que abraza el misterio profundo en la vida que es Dios. Este es un largo viaje de nuestro mundo egoísta dentro del verdaderamente intimidante espacio del amor de Dios. Estamos perdiendo el ancla de nuestras adicciones y estamos siendo llamados a ir hacia adelante hacia una nueva y desarraigada realidad. Debemos aprender a perder nuestra vida para salvarla en la peregrinación hacia Dios.

En todo este complicado proceso que es nuestro viaje espiritual, finalmente enfrentamos tres opciones:

  • Tratamos de evitar la llamada de Dios. Al final, y tal vez mucho tiempo antes del final, estamos enfrentando nuestra propia mortalidad y a Dios como el Sabueso del Cielo. Dios será el ganador.
  • Intentamos “espiritualizar” nuestra lucha que básicamente es un programa de auto manejo y negación envuelto en evasión a la llamada de Dios. Es una forma de compromiso envuelto en un sofisticado paquete. Nos pone en el control.
  • Tratamos de estar disponibles al llamado de Dios. Esto siempre demandará una preparación y auto posesión para viajar por un nuevo camino. Este camino tendrá un sendero pedregoso con más sacrificio y menos control pero eventualmente tendrá verdadera libertad.

La mayoría de nosotros oscilamos con cierta regularidad entre las tres opciones. Una de ellas con frecuencia se vuelve más dominante en nuestra vida. Oración, escrituras, sacramentos, comunidad espiritual y el auto examen ayudan en la lucha. Debe ser un movimiento de entrega de nuestro control y la aceptación de la misericordia de Dios y su compasión. Esto lleva a las palabras más poderosas contra cualquiera y contra todas las adicciones: ¡DEJARLA!
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