EL MISTERIO DE LA VIDA DARÁ PASO AL ALELUYA-II

PARTE II

I
Dios tiene una respuesta muy singular a todo este mal en su Verbo hecho Carne, Jesucristo crucificado y resucitado.

Justo antes que Jesús resucitara a Lázaro hay una línea muy poderosa, “Y Jesús lloró” (Juan 11: 35) muchos interpretan esto como Jesús llorando por toda la tragedia humana que está impregnada con todo el mal y el pecado. No es difícil ver a Jesús abrazando al padre que perdió a su hijo, compartiendo sus lágrimas con él y con todos los padres. Esto está íntimamente conectado a la crisis en el Huerto sobre evadir la voluntad del Padre. El Padre envió a Jesús a revelar a un Dios de vida y amor que prevalecerá aún a costa de todo el poder del mal y de la muerte. Jesús confrontó este mal y al hacerlo abrazó al padre de ese niño y a todos nosotros con el único consuelo que es real y esperanzador, la resurrección.

Cuando miramos el mal en el cuerpo de un niño muerto o en muchas otras expresiones sobrecogedoras de insondable horror y abominación, la respuesta de Dios está en Cristo Crucificado. Él envió a Jesús para entrar en el mal, para compartir con nosotros y caminar con nosotros en este valle de lágrimas. Pero ésta no es la palabra final. Dios ha hablado y su palabra final no es muerte ni sufrimiento insignificante, ni violencia ni odio. La palabra final de Dios es vida y amor, paz y reconciliación. Todo esto está capturado en el Misterio de la Resurrección y su canción de victoria, el Aleluya.

Es por esto que necesitamos aprender a escuchar y ver, y más que todo, experimentar la respuesta de Dios a nuestra oración por fe en Jesús. Él es la expresión encarnada del amor en el misterio más profundo del bien y del mal. El Aleluya es la palabra final pero no es una respuesta. Es una invitación a entrar en una nueva realidad de gracia y amor que deja al mal inmovilizado y conquistado. Para la respuesta final esperamos la segunda venida. Mientras tanto, necesitamos vivir en fe, esperanza y amor con la ambigüedad de la cizaña y el trigo.

II

En 1970, Teresa de Ávila fue nombrada la primer Doctor de la iglesia. Ella ganó este título porque experimentó la realidad como la más genuina y autentica manifestación de un Dios de amor llamándonos al amor. Ella entendió que Dios tiene un mejor plan. Ella vio el plan del Reino de Dios como el último deseo de su corazón liberado por un viaje de oración personal purificadora. Ella expresó esto en sus escritos. Una pequeña oración encontrada en su diario de oraciones captó su visión en la forma más encantadora.

Nada te turbe
Nada te espante
Todo se pasa
Dios no se muda
La paciencia todo lo alcanza
Quien a Dios tiene nada le falta
Solo Dios basta.

Para muchos de nosotros esta es una oración muy reconfortante. Sin embargo, cuando los conflictos e inseguridades inevitables de la vida nos sumergen de nuevo, el confort de esta oración sale de prisa.

A muchos de nosotros nos falta la fe profunda, esperanza y amor desplegados en la impresionante expresión de la relación de Teresa con Dios. Estamos en una peregrinación. Tenemos largo camino que recorrer. Esta oración de Santa Teresa es un recordatorio de que Dios realmente tiene un mejor plan. El Aleluya nos dice que el amor triunfará. Necesitamos mantener nuestros ojos y corazones fijos en Jesús.
Compartir: