MATEO Y SU LECCIÓN DE VIDA EN LA IGLESIA-III


Una comunidad cristiana no puede simplemente descuidar sus estándares al dar libertad a cualquier nivel de comportamiento inadecuado de sus miembros. Esta negación de valores tiene consecuencias. La corrección fraternal es la gran prueba para la comunidad cristiana: mantener los valores del Evangelio entre un pueblo que es defectuoso y pecador que aún es llamado a la santidad. Jesús asegura su presencia en esta lucha para preservar la humildad y el servicio que mantendrán la comunidad de amor a pesar de los miembros pecadores. La oración dirigirá a los miembros hacia la presencia de Jesús. “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mateo 18: 20). Esta presencia será una fuerza formidable para la confrontación necesaria. También traerá el consuelo y la celebración necesarios. 

El amor debe ser sobre todas las cosas la fuerza de la corrección fraternal. Todos los dedos que señalan deben empezar con el dedo señalado a sí mismos. El otro debe acercarse con un sentido de vulnerabilidad propia. El amor no busca antagonizar al miembro disruptivo pero el amor agoniza con esa persona. Llama para avanzar. No sofoca. La meta es que todo mundo se involucre en una experiencia más profunda de la misericordia de Dios.

Cuando sucede el conflicto, Jesús nos pide enfocarlo con humildad y perdón radicales. Recordar el consejo del Sermón en el Monte (Mateo 5: 7) Estos capítulos especiales contienen muchas enseñanzas sobre el perdón y la reconciliación. Una realmente relevante es la corrección fraternal. “Quita primero la viga de tu ojo, para que puedas ver la pelusa en el ojo de tu hermano” (Mateo 7: 5)

En segundo lugar, Jesús nos aconseja traer el conflicto a lo abierto, a la luz del día. Ir hacia el que ofende con amor y dialogo abierto nos ayuda a ver otro punto de vista.

La enseñanza de Jesús nos apartará de la vocación de ser la víctima. La víctima busca dividir no sanar. Cuando somos la víctima abordamos el problema diciéndole a otros cómo hemos sido dañados. De esta manera interrumpimos aún más la comunidad. Lo que estamos buscando realmente es el poder para controlar al otro, y por último sanar a la comunidad es menos probable.

El punto central de Mateo 18: 15-20 ofrece un programa de disciplina para dirigir el conflicto, ya sea entre individuos o que involucre significativas y continuas violaciones de los valores de la comunidad. Esta búsqueda de la armonía no es posible sin el espíritu de amor. Hay cuatro pasos en el enfoque estructurado de Jesús para la corrección fraternal. La meta clara de esta intervención es prevenir la vergüenza personal. El proceso busca el crecimiento personal para todos. Finalmente, resalta la necesidad de perdón. La combinación de estas acciones espera construir la comunidad más que partirla en división y hostilidad al construir puentes sobre los muros del aislamiento y la separación. Los cuatro pasos son:

1. Un acercamiento persona a persona y buscar un dialogo de sanación reconociendo que con más frecuencia hay muchos lados para cualquier problema.

2. Si hay una falla para sanar la brecha a un nivel inicial, se piden dos o tres testigos para unirse al dialogo.´

3. Cuando esto no es suficiente, el problema puede exponerse en una comunidad más grande.

4. Finalmente, cuando la comunidad mira una violación continua de los valores centrales, le pide al individuo alejarse hasta que hay un cambio.

La salida nunca es considerada permanente y siempre se hace de una manera amorosa y de perdón.

Este procedimiento se supone que sea aplicado en una comunidad pequeña pero también puede ser aplicable en una comunidad cristiana más grande. Lo que hace que parezca que demanda una relación con una profundidad muy significativa. Los miembros deberían vivir unos con otros con verdadera intervención. Estas relaciones interpersonales maduras abren la posibilidad de una genuina ayuda mutua. Esta calidad de compromiso expondrá inevitablemente la naturaleza destructiva del conflicto. La verdadera vulnerabilidad y dependencia son críticas para la comunidad. Sentarse en los banquillos con la protección del aislamiento y sin la investidura personal y comunal lo excluye a uno de la participación en la comunidad.

Esto es por lo que permanezco despistado de cuantos miembros verdaderos hay en la comunidad de fe de la parroquia. ¿Cómo puede uno medir exactamente qué tanto está comprometido un individuo para ayudar con el riesgo de salir dañado? Solo Dios sabe. Todo lo que necesitamos hacer es amar con un amor que expanda el horizonte de la inclusión con una atmósfera de bienvenida cordial. Este amor debe llevar al perdón. Finalmente, el mensaje del Evangelio y sus valores deben ser mantenidos y celebrados como la fuerza que dirige la comunidad. Una vez que hacemos esto, podemos permitir que Jesús sea el que lleva la puntuación.

III 

LA COMUNIDAD DEL PERDÓN 


Hay un mensaje claro en esta sección final (Mateo 18: 21-35) el perdón es el alma de la comunidad de amor. Para pasar por este punto, Jesús usa una parábola. Las parábolas tienden a hacernos deslizar sobre la superficie y perdernos la profundidad del mensaje principal. Esto es especialmente verdadero con esta parábola del sirviente implacable.

Al leer y experimentar esta parábola, necesitamos poner atención a las grandes exageraciones que se usan para exponer un claro y sencillo punto. Las primeras hipérbolas son sobre la deuda del sirviente implacable. En el contexto del tiempo de Jesús era el equivalente de billones sobre billones de dólares. Aun así, el sirviente suplicó tiempo como si él fuera a cumplir la tarea imposible de la retribución. La generosidad del rey en su perdón misericordioso parece presionar los límites de la imaginación. Luego, recibiendo la increíble misericordia, el sirviente implacable casi inmediatamente ataca a su compañero sirviente cuya deuda es más bien manejable. El segundo sirviente literalmente le hizo una súplica de misericordia pero es rechazada. Él es lanzado a la prisión sin los medios para pagar la deuda y sin libertad.

Ninguno de estos hechos tiene sentido si el problema es pagar la deuda. Por supuesto, no lo es. El problema es el perdón recibido y el perdón para ser compartido. El rey no condena al sirviente implacable porque éste le ha robado su dinero. La queja principal del rey es la falla al compartir perdón. La pregunta del rey está dirigida a todos nosotros: “¿No deberías tener misericordia a tu compañero sirviente como yo hice contigo?” (Mateo 18: 34)
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