MATEO Y SU LECCIÓN DE VIDA EN LA IGLESIA-IV


El aviso es claro. Hemos sido perdonados. En la economía divina, nuestro perdón tiene consecuencias. Debemos compartirlo con todos nuestros hermanos y hermanas. Si el perdón es realmente nuestro regalo, fluirá hacia los demás. De otra manera, lo cancelamos si permanecemos cerrados en la condición de rigidez y egocentrismo del sirviente implacable. 

El perdón está en el centro del Reino que Jesús proclamó y vivió. En el inicio Él dijo, “arrepiéntanse, el reino está cerca” (Mateo 4: 17) Aquellos que aceptan la invitación al reino necesitan comprender sus demandas. La intervención de Dios está desatando una explosión abrumadora de misericordia divina y perdón. Esto nos llama a todos a hacer dos cosas: primero absorber y luego compartir la corriente dadora de vida de la nueva realidad que Jesús está liberando. Esta gran bendición de misericordia es un poder sanador que debe ser compartido. El perdón es para ser extendido a todos en la forma de gracia y abundancia que Dios ha desplegado. Lo que Dios quiere es “misericordia y no sacrificio” (Mateo 9: 12; 12: 7)

El punto es extremadamente claro. Lo decimos en el Padre Nuestro. Lo expresamos en la Regla Dorada (Mateo 7: 12) El Sermón en el Monte está saturado con sus implicaciones. ¡Necesitamos perdonar! Si no lo hacemos, tapamos la fuente de donde fluye la misericordia divina. No podemos ganar el perdón de Dios pero la sencilla y dolorosa verdad es que podemos perderlo al no compartirlo.

El mensaje principal de la parábola es un emplazamiento en un mar de misericordia divina. La consecuencia de este regalo de gracia es nuestra responsabilidad para con nuestros hermanos y hermanas. Nuestra ambigüedad nos dirige en la lucha para dejar ir el dolor. La presencia de la cizaña y el trigo dentro de nuestro corazón nos aleja de la obvia y abrumadora demanda para perdonar a los demás. Aun con toda la claridad y poder de la palabra revelada, sabemos cuán difícil es perdonar.

De hecho, perdonar es una de las problemáticas tareas para cualquier ser humano. La inmensidad del dolor, la infidelidad, la injusticia o la negligencia consumen nuestra alma. Para la mayoría de nosotros, el viaje del dolor y el daño hacia el “te perdono” es un camino largo y traicionero. El mensaje de hoy de la misericordia divina, tan claro y abrumadoramente correcto, es muy lento para penetrar el corazón dolido. Me gusta describirlo así: cuando se trata de la misericordia y perdón, tendemos a usar una cucharita como medida para nuestra distribución de misericordia para aquellos que nos han ofendido. Por parte de Dios, la misericordia y el perdón son como un torrente que lava y limpia todo a su paso. El contraste es atemorizante, pero muy real.

Hay algunas cosas que podemos hacer para ayudarnos en este dilema. Deberíamos tener paciencia con nosotros mismos y admitir que necesitamos dejar ir el dolor. Deberíamos orar por la persona que nos dañó y por nosotros. Deberíamos aceptar nuestra debilidad ante la vista de Dios y buscar apoyarnos en el incesante amor y misericordia de Dios. También deberíamos enfrentar el autoengaño común de los demás. Etiquetamos individuos como indignos de nuestro perdón.

Thomas Merton habla sobre el absurdo de tratar de determinar quién es digno de nuestro perdón. Él pregunta: quién de entre nuestro “indignos” son personas por las que no murió Cristo. Sabemos bien que Cristo murió por todos, simple y sencillo. Necesitamos compartir ese amor universal en nuestra vida. Seguramente será toda una lucha perdonar. Pero es una absoluta tontería por parte nuestra tener una lista de aquellos que no son dignos de nuestro perdón. Nuestra elección obvia debería ser usar la lista de Dios. Dios lo expresó muy claro, que cada uno está en un inventario divino.
 

CONCLUSIÓN

Mateo 18 es verdaderamente revelador y desafiante para la experiencia normal de alguien de la iglesia. Es obvio que el equipaje histórico ha distorsionado la llamada fundamental a una comunidad humilde y de servicio siempre cariñoso de perdón y reconciliación. Con el paso de los siglos, ha habido un llamado para la iglesia para estar en constante reforma. Sin embargo, esta voz con frecuencia se ha perdido por un elemento pecaminoso que está siempre presente y con una agenda de poder, prestigio, privilegio y exclusión. Esta batalla en marcha del pecado y la gracia permanecerá activa hasta el final. Necesitamos entrar en la lucha para regresar a la visión de Jesús de una comunidad humilde, servicial y amorosa. Podemos encender una candela en nuestra oscuridad por nuestro compromiso personal para vivir el Evangelio en las huellas de Jesús. 

Tengo una serie de preguntas para desafiarnos como comunidad y como individuos. Es mi más fuerte esperanza que podamos responder con generosidad e integridad y ver que tenemos el poder para hacer las cosas mejor por nuestra determinación personal para hacer una diferencia. No estamos atrapados en la mediocridad. El Evangelio tiene el poder para liberarnos.

Preguntas para nuestra comunidad de fe.

1- ¿Cómo usamos el dinero y el poder en la comunidad para hacerla más humilde, más servicial y un testigo más grande para confiar en Dios?

2- ¿Qué vestuario adentro y afuera de la liturgia nos une y nos ayuda a alcanzar una comunidad más humilde y servicial?

3- ¿Qué pasos pueden tomarse para dar la bienvenida y servir verdaderamente a los pobres y marginados?

4- ¿Dónde está la más grande necesidad y oportunidad para el perdón y la reconciliación ahora?

5- ¿Qué se necesita hacer para profundizar y mejorar las relaciones interpersonales en la comunidad de fe?

Preguntas para los individuos que participan activamente en la comunidad de fe.

1- ¿Cómo puede hacerse verdaderamente más humilde y servicial con los demás?

2- ¿Qué parte de tu agenda personal es un obstáculo para facilitar una comunidad de fe verdadera y abierta?

3- ¿Cómo puedes incrementar genuinamente tu inversión personal por enriquecer y expandir la comunidad de fe?

4- ¿Cuáles son los obstáculos dentro de tu ser y dentro de la comunidad que te están alejando de crecer más en amor con Dios y con tus vecinos?

5- ¿Cómo puede el intercambio personal con otros acercarte más a Dios en la comunidad?


Preguntas para aquellos que han elegido no participar en la comunidad de fe.


1- ¿Cómo el estar alejado de participar en la liturgia y en la vida en comunidad te acerca a Dios?

2- ¿Cómo tu camino elegido ayuda a tu vida de oración y a avanzar en tu conciencia del Evangelio?

3- ¿Cómo y para qué das la bienvenida a los pobres y marginados?

4- ¿Cuándo participas en la comunidad de fe y con qué propósito?

5- ¿Cómo practicas el perdón y la reconciliación para construir la comunidad?
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