LA FESTIVIDAD DE LA SAGRADA FAMILIA

Lucas 2: 22-40 

Estimados amigos, esta fiesta continúa la celebración de Navidad. Su enfoque principal es la Encarnación, el Verbo hecho carne. Esto tiene lugar en un tiempo específico, e un lugar específico, con gente específica y una cultura específica. La familia de José y María era una familia Judía. Los rituales judíos de la historia de hoy básicamente era un reconocimiento para que veamos que un niño, cualquier niño, es fundamentalmente un regalo de Dios. Aun podríamos decir que el niño fue un préstamo de Dios. 

En la oración abierta de la liturgia de hoy, decimos que Dios nos dio a la Sagrada Familia como un ejemplo. Nosotros oramos: “con gracia concédenos que podamos imitarla en la práctica de las virtudes de la vida en familia y en la práctica de la caridad”

Simeón y Ana son individuos inmersos profundamente en las tradiciones de los judíos y en la religión. Sus corazones están llenos por el anhelo del largamente esperado día de la salvación. Oración y ayuno los han preparado a ellos para el misterio de este niño. La llegada de esta familia pobre con su niño tocó sus corazones inmediatamente. Simeón y Ana eran muy diferentes de los pobres y sencillos pastores y de los eruditos Reyes Magos y su mundanería sofisticada. Aun así, ellos también recibieron el don para reconocer el plan de Dios en este niño indefenso y los pobres y confiados padres.

Cada uno de estos individuos especiales estaba entregado a una fe básica a las contradicciones que iban evolucionando del Evangelio en medio de ellos. Aquí ellos encontraron debilidad, pobreza, sencillez y paz. Estas características del niño se levantaron en profundo contraste a los rasgos comunes contenidos del esperado Mesías que eran: poder, riqueza, prominencia y experiencia militar. En medio de este desarraigado Evangelio de lo ordinario, ellos estaban listos para ver: “Una luz de revelación para los gentiles y la gloria de su pueblo Israel” (Lucas 2: 32)

Empezando con la primera visita del Ángel, María y José aparentemente experimentaron muy poco además de estas paradojas y las convulsiones del Evangelio. Habiendo sido llamados para este papel tan especial en el plan de salvación de Dios, la alegría y la maravilla del nacimiento de su niño cautivó sus corazones. Al mismo tiempo, ellos estaban desarraigados de toda seguridad y apoyo de su familia y del pueblo. Fueron atrapados en la pobreza de un establo y sus animales. La sencillez de los pastores se unió con el glorioso coro de ángeles. Ahora bien, las dos personas mayores de oración y sabiduría ofrecen más información en el viaje de fe que estaba emergiendo ante ellos. Simeón y Ana representaban la conexión con las grandes figuras del pasado de Israel y su anhelo por el poder salvador de Dios. Sus vidas proclamaban una confianza profunda en las promesas de Dios. Las palabras de Simeón reconocieron la magnificencia del niño en sus brazos: “Mis ojos han visto tu salvación que Tú preparaste y ofreces a todos los pueblos.” (Lucas 2: 30-31)

Este pasaje captura la ambigüedad profunda que traspasa el corazón del cualquier padre. Todos los padres viven con la esperanza ardiente que todas las cosas buenas de Dios sean para su niño. La realidad del viaje humano ofrece una vida llena con pecado y gracia. La justicia no es una garantía. Todos los esfuerzos por la seguridad enfrentan la severa arbitrariedad de la vida que es la condición humana. Todos estos elementos que son parte de cada viaje humano son cristalizados en el desafío diario de la pandemia.

María no sabía lo que el futuro le guardaba. Ella iba a saber que estaría lleno de confusión, ambigüedad, temor y ultimadamente la abrumadora muerte en la cruz. Eso mismo es la verdad en cada familia. El amor y la confianza son la única respuesta en la medida final de todas las relaciones humanas enfrentando la espada que asegura la siempre presente ambigüedad del pecado y la gracia. La Sagrada Familia es el gran modelo para todos nosotros. Al final, necesitamos confiar que la salvación reconocida por Simeón y Ana va a calar en nuestra vida. Entonces, como María, sabremos que el amor triunfará y la vida que es eterna será la palabra final.
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