Séptimo Domingo del Tiempo ordinario

Mateo 5: 38-48 


Estimados amigos,

¡Poner la otra mejilla!, ¡caminar una milla extra!, ¡entregar el manto junto con la túnica! Por seguro que parece que Jesús nos estuviera pidiendo que seamos parte para nuestros enemigos. Eso es totalmente diferente de las intenciones de Jesús. Él quiere que nosotros nos comprometamos con el que es hostil no con la de violencia sino en una búsqueda para dar inicio para reconstruir la relación.

Aquí está cómo funciona. Jesús nos está pidiendo pensar en la persona y así poder hablar. La Gandhi y del Dr. King.

La clave es entender los ejemplos tal y como fueron experimentados en la cultura del tiempo de Jesús.

Primero está la cuestión de la otra mejía. Obviamente, para más de alguno abofetear tu mejía, que es la zona roja de la hostilidad, esto debe ser una alerta total. Sin embargo, al poner la otra mejía, la persona usaría el reverso de la mano. Esto era algo muy penoso en la cultura del tiempo de Jesús. De manera que la elección para el agresor era pasar esa vergüenza o empezar a platicar.

La milla extra que había que caminar es también una trampa cultural. Los soldados romanos eran libres de exigir que cualquier persona judía le llevara los bultos o equipaje por una milla. Un poquito más que exigiera el soldado y se vería en serios problemas. Nuevamente, una conversación era posible.

El mismo principio aplica para el manto y la túnica.

Jesús está pidiéndonos responder a la violencia de una forma no violenta que lleve a la posibilidad de una resolución pacífica. Él modeló esta resolución en su vida y más profundamente en su Pasión y Muerte.

Los seis puntos que Jesús usa en esta sección del Sermón en el Monte nos llevan a la sanación de las relaciones humanas. Todas ellas llevan a la conclusión de la sección en el versículo 48: “De manera que sean perfectos como nuestro Padre Celestial es perfecto”. (Mateo 5: 48)

Para todos nosotros, es un viaje lento y lleno de luchas para liberar nuestro corazón de la profundidad del sesgo y la ceguera que plagan nuestra vida normal conforme tratamos de sortear el trigo y la cizaña.

Hay dos pasajes en la segunda Oración Eucarística para los niños que son especialmente hermosas en este llamado a caminar en el camino del amor.

Nosotros oramos: “Él vino para enseñarnos cómo podemos amarte Padre, al amarnos unos a otros. Él vino para quitar el pecado, que nos aparta de ser amigos, y odiar, que no nos permite ser felices.”

Más adelante rezamos: "Recuerda, Padre, a nuestras familias y amigos, y a todos aquellos que no amamos como deberíamos". Yo tengo una larga lista en ésta última categoría de amor insuficiente que trae esta oración y es también para mucha gente que nunca soñarían siquiera en tener una oración de parte mía.
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