Primer Domingo de Cuaresma

Mateo 4: 1-11


Estimados amigos,

Cuando yo era un joven seminarista recuerdo especialmente uno de muchos retiros porque el sacerdote encargado habló sobre el becerro de oro. Yo pensé que era un ejemplo muy tonto. El sacerdote y yo compartíamos una profunda ignorancia del Antiguo Testamento que es típico de casi todos los católicos en todos los tiempos. Sin embargo, este sacerdote trajo a mención algunas experiencias sabias de la vida y yo mencioné algo de la hermosa arrogancia de la juventud.

Hoy, mi conocimiento y amor por el Antiguo Testamento es drásticamente diferente. Yo también traje una bonita cantidad de experiencias de la vida a las escrituras de hoy. De manera que realmente le puse un poco de condimento a la historia del becerro de oro.

La historia de las tentaciones de Jesús está basada en la historia del Becerro de Oro. Los judíos, en el desierto, fallaron al llamado a creer y a la fidelidad. Jesús, el Nuevo Israel a los ojos de Mateo, rechaza el llamado de satanás. Cada tentación y cada respuesta de Jesús está tomada de los capítulos 6 al 8 en el Libro del Deuteronomio donde la historia del Becerro de Oro del Antiguo Testamento se toma el escenario central.

Todas estas fallas de los judíos reflejan nuestras fallas de hoy en día. Ellas están enraizadas en el empuje básico del corazón humano. La versión moderna del becerro de oro viene de muchas formas. El corazón humano tiene una aparente habilidad que no se agota para crear nuevos ídolos que básicamente nos dan un falso sentido de seguridad y nos hacen el centro de nuestra realidad. Este proceso se llama pecado. Nuestras adicciones y distorsiones en el área del sexo, el alcohol, las drogas, prejuicios, hostilidades y muchas otras actividades son simplemente el modelo avanzado de los antiguos tiempos del becerro de oro.

El corazón humano está siempre tentado a producir nuevos ídolos para reemplazar al verdadero Dios. A nosotros no nos gusta la inseguridad de tener que ser las criaturas. Nuestros pecados están lejos de crear dioses pequeños que seamos capaces de controlar y que básicamente nos hacen el centro de la realidad.

En el Evangelio de hoy, Jesús nos muestra el verdadero modelo de fidelidad en medio de las decepciones e ilusiones resbalosas del demonio. Jesús no aceptará la versión del Reino de acuerdo a los estándares de Hollywood o de Wall Street o de mainstreet. Solamente la Palabra de Dios revelará el verdadero Reino. Jesús nos muestra el camino de la fiel aceptación del llamado del Padre donde no hay espacio para la comodidad e ilusión del Becerro de Oro.
Compartir: