Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario

LUCAS 6: 27-38 


Estimados amigos,

Hoy continuamos con el sermón de Lucas llanamente. El pasaje difícilmente podría ser más desafiante. Al inicio y, casi al final, tenemos el mensaje principal: amen a sus enemigos. Entre los dos hay una lista de acciones individuales que muestran concretamente como expresamos este amor. Los ejemplos de Jesús demandan generosidad total. No hay ninguna retribución de cara al daño o a los insultos. No importa que tan grande sea la injusticia, nosotros no clamaremos venganza. Cada cosa en este texto es una invitación a una respuesta de no-violencia para abrir la hostilidad. Las acciones que Jesús fijó para nosotros, desafían todo nivel de sentido común. Este es el caso cuando Jesús opera desde la forma profética del discurso.

Dos enfoques comunes para esta llamada de Jesús en que se aleja del punto completamente. La primera es no tomar la enseñanza en serio como si fuese imposible de hacer. La segunda es tomar la enseñanza literalmente como si debemos responder específicamente de la misma forma en nuestra vida.

Una tercera táctica es que ambas son realizables y profundamente demandantes. Jesús está insistiendo en una actitud fundamental que parece algo boba en comparación con los estándares del mundo pero es un espejo de la actitud de misericordia sin límites de Dios. Es compartir la actitud de Dios hacia nuestros enemigos. Este conducto se esfuerza para ser unos con otros en humildad aceptando la realidad de que todos somos pecadores. Es la forma que deja el juicio para Dios. Hace lo mismo con la venganza. Todos nos reconocemos como pecadores, indignos de misericordia y de perdón pero al mismo tiempo revelando en nuestro regalo la inmensurable misericordia de Dios.

Jesús es enfático en que la misericordia de Dios incluye al ingrato y al malvado.

Los ejemplos específicos en el pasaje de hoy no son reglas de comportamiento. Son una propuesta para desarrollar un enfoque general a la vida que evita juzgar a otros, que está abierta al perdón y que es generoso al amar. Jesús nos está llamando para expandir los límites de nuestro corazón de manera que podamos ser el recipiente de misericordia y perdón para todos, y en particular, para nuestros enemigos. Una vez que declaramos a alguien “enemigo” o juzgamos a las personas, creamos límites y barreras en nuestro amor. Nos congelamos en nuestro punto de vista hostil.

Obviamente, el amor a los enemigos no comparte la misma calidez y profundidad de sentimientos que tenemos para nuestros seres queridos. Podemos, sin embargo, bendecir a nuestros enemigos y orar por ellos. No importa que nuestros enemigos puedan insultarnos, maltratarnos o dañarnos, estamos llamados a buscar lo que es bueno para ellos aun en medio de su continua hostilidad para nosotros. Las palabras del Padre Nuestro sobre el perdón nos dice una verdad que nosotros olvidamos regularmente y con facilidad. Nuestra falta de perdón cierra nuestro corazón a la misericordia de Dios para nosotros.

En los versículos 33 y 35 Jesús está pidiéndonos ir más allá de lo ordinario. Estamos llamados a dar un paso extra. La medida de nuestra conducta no es ni nuestra cultura ni el acercamiento del sentido común de nuestro día. El aparente sin sentido de amar a nuestros enemigos solamente es posible cuando imitamos a nuestro Dios amoroso y misericordioso. Jesús nos ha mostrado el camino: hacer el bien a aquellos que nos odian, bendecir a los que nos maldicen, orar por aquellos que solo ofrecen maltrato. Dios ama al pecador y al santo. Todo de la vida de Jesús y sus enseñanzas son un llamado para entrar en el amor universal del Padre. En la cruz él capturó todo en una sola oración. “Padre, perdónalos, porque ellos no saben lo que hacen.” (Lucas 23: 34)

Hoy Jesús nos ofrece algunas actitudes concretas que necesitamos tomar. “Amen a sus enemigos y hagan el bien para ellos, y presten sin esperar nada a cambio; entonces la recompensa será grande y serán hijos del Altísimo, porque Él mismo es amable con los ingratos y los malvados.” (Lucas 6: 34-35)
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