(CUARTA MORADA DEL CASTILLO INTERIOR)
El Castillo Interior, con sus siete moradas, ilumina la forma en que experimentamos a Dios en los diferentes niveles del viaje al paraiso. El proceso entero es un movimiento hacia el centro donde reside Dios. El autoconocimiento, la entrega, la humildad y el amor crecen en cada una de las diferentes etapas. En la cuarta morada Dios toma un papel más activo en la experiencia transformadora. Este papel más activo por parte de Dios es el puente a la experiencia de la contemplación. Este es un cambio radical. Este claramente es diferente de todas las experiencias anteriores de la gracia de Dios.
Como toda la actividad personal del Castillo, los procesos de la cuarta morada son simplemente parte de un viaje de autoconocimiento que lleva a la unión con Dios. La acción de esta etapa se aleja del egoismo en una manera nueva e interesante. Hay una conciencia directa del Dios que habita en nosotros en centro de nuestro ser. Las consecuencias son cambios muy significativos para ser mucho mejor.
Las acciones controladas y dirigidas por el ego de las primeras tres moradas encuentran el puente. Este cruce es la invitación a la contemplación donde Dios activamente purifica y transforma nuestro ser. Estos cambios surgen en las etapas que llevan hacia la unión con Dios. Es el maravilloso poder del primer paso en el puente el que destruye la falsa estabilidad de la tercera morada. Este es el inicio de la experiencia contemplativa. El dejar ir es algo crucial para el cambio. Un crecimiento de conciencia nos libra de ser pequeños y delicados. Hay una paz que nos abre a la entrega y a la aceptación a un nivel sin precedentes. Nosotros experimentamos una nueva libertad en el Señor.
LOS DOS EJEMPLOS DE TERESA
Teresa usa dos ejemplos muy ricos para iluminar la acción de Dios en la cuarta morada. A través de todo su escrito ella usa el agua para develar la acción de Dios en el corazón humano. Aquí en la cuarta morada ella señala este escenario.
La autora Carmelita usa el ejemplo de dos maneras de obtener el agua para explicar la nueva dimensión de la oración en este nuevo nivel. Ella la compara con la transición en el estilo de oración en la tercera y cuarta moradas.
La primera forma de traer agua demanda un gran esfuerzo tal como jalar el agua del pozo o caminar una gran distancia por el agua. El segundo ejemplo es donde el agua simplemente brota en el huerto o simplemente cae en forma de lluvia. Aquí la oración es un regalo sin esfuerzo. Esta es la diferencia en la oración en los dos lados del puente, la tercera y la cuarta moradas. Esta nueva dimensión es la experiencia mística de la extraordinaria actividad de Dios en el alma.
Teresa además esclarece este cambio dramático en el patrón de la oración usando la comparación y contraste entre las palabras: “contentos” y “gustos” que en inglés son “consuelos” y “delicias espirituales”.
“Ahora bien, hablando de lo que dije que mencionaría aquí con respecto a la diferencia en la oración entre “contentos” y “gustos”, yo creo, que puede darse a aquellas experiencias que adquirimos nosotros mismos por medio de nuestra meditación y peticiones al Señor, aquellas que provienen de nuestra propia naturaleza – aunque Dios al final ha metido mano en ellas; por eso debe entenderse, en lo que sea que yo digo, que sin Él no podemos hacer nada. Pero los “contentos” brotan de las obras virtuosas que nosotros realizamos, y parece que las hemos ganado por medio de nuestro propio esfuerzo y que están correctamente consolados por haberse comprometido en tales cuentas.” (Castillo Interior IV, 1.4.)
Los consuelos son naturales y con frecuencia de mucha ayuda. Al final, sin embargo, no son necesarios para el progreso espiritual. Ellos generan fuertes encuentros emocionales como ganarse la loteria o la experiencia de una sanación inesperada. Los sentimientos positivos reunidos hacen el viaje espiritual un poquito más tranquilo. En el viaje espiritual empiezan en la naturaleza humana y con frecuencia llevan a Dios.
Las delicias espirituales son un evento totalmente diferente. “Las delicias espirituales no son algo que pueda ser imaginado, porque a no ser por diligencia o esfuerzo, no podemos adquirirlas.” (Castillo Interior IV. 11.4.). aquí la experiencia es iniciada por Dios. Este es un encuentro totalmente nuevo en el viaje espiritual. Esta acción divina libera el pasaje hacia el centro. Este encuentro nos dirige a abrazar los deseos de Dios. Las delicias espirituales siempre empiezan en Dios y terminan en nuestra experiencia humana. Claramente es un movimiento que nos aleja del autocentrismo. Coloca a Dios en el centro de nuestra vida.
EL INICIO DE LA TRANSFORMACIÓN
Teresa usa una frase de los salmos para mostrar como esta nueva experiencia expa nde el corazón. “Iré por el camino de tus mandmientos, para que abras mi dócil corazón.” (Salmo 119:32). Esta expansión del corazón fluye del regalo de las delicias espirituales. Dios actúa para acrecentar nuestra capacidad para recibir la presencia amorosa y transformadora de Dios. El individuo ve con nueva claridad la extensión y dominio de las debididades personales, las decepciones, las ilusiones y sobre todo la autograndiosidad. No es una experiencia placentera.
El mensaje básico de Teresa realza el autoconocimiento y la humildad. Esta realidad de dos caras ahora tiene lugar con una claridad y profundidad únicas. Hay una aceptación de la grandeza y misericordia de Dios que va creciendo. La cuarta morada es esencialmente un puente que conecta lo que Teresa llama lo natural y lo sobrenatural. Hoy entendemos estos eventos sobre todo en el contexto de la gracia. Nuestra buena voluntad siempre es necesaria pero al final, la acción de Dios abre el camino. Hoy entendemos este viaje a través de la morada final como el desarrollo humano completo del individuo.
CONSECUENCIAS DE LA ORACIÓN CONTEMPLATIVA
La nueva experiencia de Dios, el puente hacia la contemplación, es la característica principal de la cuarta morada. Usualmente no entendemos esta nueva actividad. Dios purifica nuestra imagen de Dios y nuestro auto entendimiento. La actividad directa y diferente de Dios lleva a sentimientos de caos dentro de nosotros. La sequedad, y aun el sentimiento de abandono, nos abre al sentimiento de estar desordenados y perdidos. La oración parece futil. Teresa explica que estos cambios suceden porque la nueva presencia de Dios expande y transforma el alma. Estamos aprendiendo a amar en una forma totalmente diferente. El crecimiento está sucediendo.
“Así como no podemos detener el movimiento de los cielos, así no podemos parar nuestra mente; y entonces las facultades del alma van con ello, y nosotros creemos que estamos perdidos y que hemos desperdiciado el tiempo que hemos pasado ante Dios. Pero el alma está más bien completamente unida con él en las moradas muy cerca del centro mientras la mente está en las afueras del castillo sufriendo por miles de bestias salvajes y venenosas y haciendo méritos por este sufrimiento. Como resultado, deberíamos no perturbarnos. (Castillo Interior IV. 1.9)
Teresa tiene una gran amonestación para ayudar a esta nueva forma de oración en la cuarta morada. Esta oración se mueve de la mente al corazón. Esta oración contemplativa no es discursiva. Esto implica menos pensamiento y más conciencia de una tranquila y amorosa presencia. Esta presencia invita al individuo a abandonar la oración que es dominada por las reflexiones y busca ir más profundo en las visiones. “Solo deseo informarles que para tener ganancias en este sendero y ascender a las moradas que deseamos, la cosa importante no es pensar mucho sino amar mucho y hacerlo así es lo que mejor derrama amor.” (Castillo Interior IV. 1.7.) esta reducción de pensamiento y expansión del amor es el mejor cambio en la oración de la cuarta morada. Dejamos el alma en las manos de Dios. Esta pérdida de control nos lleva a la entrega que caracteriza el cambio en la cuarta morada. El cambio a la oración contemplativa tiene lugar.
Conforme empieza la oración contemplativa, la frustración es esa que no puede alcanzar a Dios por un alegre esfuerzo humano. Esa es la razón por la que debemos dejar el control. Debemos entregarnos. Esta sumisión contiene la verdad en la oración y en la vida en la cuarta morada.
En la cuarta morada las imágenes de todo cabeza abajo del Evangelio donde el primero es el último y la necesidad de perder la vida para salvarla es sacado forzosamente. El cambio básico, para colocar a Dios en el centro, lleva a nuevas percepciones que no eran posibles antes. Un enfoque menos autocentrado ilumina el mundo de todas las maneras posibles y destruye la antigua oscuridad. La nueva conciencia abre a la grandeza de Dios y revela las consecuencias de nuestra dependencia de Dios. La misericordia de Dios se torna al frente y al centro.
Empezamos a experimentar cosas en una manera nueva y fascinante. Nuestras relaciones revelan una nueva independencia. Permitimos que la gente sea libre. Nuestros apegos se desvanecen. Reconocemos que los demás tambien son capaces de manejar sus vidas sin nuestra dirección. Esto sucede “porque estando más cerca de la morada principal, los ojos del alma empiezan a ver al propio ser y a los demás a través de los ojos de Dios.” (Castillo Interior IV. 2.5-6)
CONCLUSIÓN
La actividad de Dios hace la diferencia en la cuarta morada. Las delicias espirituales fluyen de la acción de Dios. Este movimiento de Dios es la contemplación. La acción divina produce una sanación que transforma. Ya no más tratamos de conquistar a Dios sino que somos libres de abrirnos y ser conquistados por amor. Dejar ir y permitirle a Dios actuar nunca fue tan real. La cuarta morada señala hacia lo más profundo y lo más rico de la presencia que esperan adelante en la quinta y sexta moradas donde las alturas del gozo y la agonía de la purificación y la transformación entran a nuevas profundidades. Luego en el centro, la séptima morada, un renacer y una paz que no cambia son las que prevalecen. El casamiento espiritual que es la unión con Dios completa la transformación del individuo.