Tercer Domingo de Adviento

SOFONÍAS 3: 14-18, FILIPENSES 4: 47, LUCAS 3: 10-18 


Estimados amigos,

Es sorprendente cómo muchos preguntan por la candela rosada en la Corona de Adviento. Es diferente y la gente quiere saber por qué. La respuesta viene en la segunda lectura de hoy de San Pablo. Pablo dice, “Estén alegres en el Señor siempre. Se los repito: ¡Estén alegres! (Filipenses 4: 4) el color rosa en la candela es sobre la alegría. Nos acercamos a la venida del Señor, el día de la salvación. Nuestro Dios será fiel a sus promesas. Él nos librará.

En la primera lectura, tenemos un mensaje de por qué deberíamos estar alegres. Sofonías dice: “El Señor tu Dios está entre nosotros, un salvador poderoso, Él saltará de gozo al verte a ti, y se renovará su amor.” (Sofonías 3: 17) Pablo nos dice que no nos preocupemos, que pongamos nuestra confianza en Dios. “Entonces la paz de Dios, que es mayor de lo que se puede imaginar les guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. “ (Filipenses 4: 7) En el Evangelio, Juan el Bautista nos dice por qué deberíamos alegrarnos. “Está para llegar uno que tiene más poder que yo” (Lucas 3: 16). Este es el mensaje de Adviento. Esta es la razón por la que estamos llenos de esperanza. Esta es la razón por la que nuestra oración de Adviento es tan poderosa y da justo en el blanco, ¡Ven, Señor Jesús!

Nuestro mundo y cada uno de nosotros necesitan salvación. Es fácil para Pablo decirnos que no nos preocupemos pero conocemos muchas cosas que nos causan angustia. Es una enfermedad o el trabajo, nuestros niños o la familia. Las calles son un desafío cada día, cada hora. La esperanza no es fácil de encontrar en la oscuridad de nuestra realidad.

Esto es por lo que tenemos la candela rosada. Dios no nos ha culpado. Es la razón por la que Sofonías puede decir, “El Señor ha cambiado su suerte, ha alejado de ti a tus enemigos. No tendrás que temer desgracia alguna, pues en medio de ti está Yahvé.” (Sofonías 3: 15). La esperanza es el tesoro revelado en nuestra celebración de Adviento. Santa Teresa de Ávila capturó este espíritu en su bella y clásica oración.


Nada te turbe
Nada te espante
Todo se pasa
Dios no se muda
La paciencia todo lo alcanza
Quien a Dios tiene nada le falta 
Solo Dios basta.
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