Segundo Domingo de Adviento

LUCAS 3: 1-6 

Estimados amigos,

La percepción cristiana de los tiempos es claramente medida por la intervención de Dios. Las lecturas de la liturgia de hoy, como la mayoría de las escrituras, reconocen la presencia salvadora de Dios en nuestra historia. Ellas nos invitan a encontrar y a responder a la presencia de Dios en nuestros tiempos. Nosotros lo llamamos ¡La Historia de la Salvación!

Una parte importante de nuestra celebración de adviento nos llama a tener conciencia de la venida de Jesús. La primera parte de esta temporada pone el énfasis en la segunda venida del Señor. Solamente después del 16 de diciembre dirigimos nuestra atención a la encarnación. Este enfoque inicial en la segunda venida también nos ayuda a ver el surgimiento de Dios en nuestra experiencia diaria.

Los ancestros, y una buena parte de la gente moderna, han percibido el tiempo y sus vidas como parte de un ciclo repetitivo de vida y muerte que simplemente sigue un patrón imparable de repeticiones. Todo está atrapado en un sentido cerrado de destino que tiene poco espacio para el escape. Esto lleva a un profundo sentido de abandono, un implacable sentido de lo inevitable.

El Evangelio de hoy anuncia las Buenas Nuevas de la venida de Jesús en un tiempo específico conforme Lucas delinea a los líderes políticos y religiosos del mundo conocido en aquel tiempo. Él nos abre a un nuevo día y nos invita a entrar en la realidad salvadora del amor de Dios como nuestro verdadero destino en estos tiempos. Los grilletes de la desesperanza y el destino incierto son aplastados con el anuncio de la venida que hace Juan. Con estas palabras de Bautista, todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que será queda envuelto en una realidad que está impregnada de un irrevocable sentido de esperanza y gracia. Dios ha hablado y el amor prevalecerá.

En este segundo domingo de adviento estamos invitados a conocer esta realidad empapada de esperanza en las palabras de Baruc (5: 19), Pablo (1ª Filipenses 1: 4-6, 8-11) y Lucas. Somos animados a mirar la debilidad y las cargas de nuestra vida y del mundo con ojos de esperanza y anhelo en el corazón buscando la presencia de Dios que continuamente rompe en medio de la oscuridad y revela la luz.

Nuestra oración de Adviento, ¡Ven, Señor Jesús!, captura la realidad de nuestra vida y nuestro mundo. Necesitamos la salvación. “Todo mortal entonces verá la salvación de Dios.” (Lucas 3: 6). Ese al que esperamos nos ofrece la posibilidad gloriosa del bien, justicia, paz y verdad. Para prepararnos para este adviento del Señor necesitamos abrir nuestros corazones para cambiar. Debemos superar los valles de nuestro egoísmo, las montañas de nuestro prejuicio y la negligencia y juicios hacia otros, especialmente los pobres. Podemos, en verdad, enderezar los caminos torcidos con una vida en las huellas de Jesús. La respuesta amorosa de nuestras responsabilidades diarias y nuestras relaciones abrirán nuestros corazones. Esto nos guiará por el camino para estar listos para la venida de Jesús con esperanza alegre y anhelo. ¡Ven Señor Jesús!
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