Décimo Sexto Domingo del Tiempo Ordinario

MARCOS 6: 30-34


Queridos amigos. Jesús tiene un plan para alejar un poco a los discípulos y poder descansar y orar. Él está a un lado de la gran reunión de gente. Marcos dice, “Su corazón estaba lleno de compasión por ellos.” (Marcos 6: 34)

Esta palabra griega que está aquí traducida (compasión/piedad) es usada otras dos veces en el Evangelio. En estos dos casos, es traducida como “compasión” significa sentimientos muy fuertes y profunda preocupación. El Buen Samaritano experimentó estos sentimientos cuando se volvió víctima en el camino. (Lucas 10: 33). El padre del hijo pródigo es descrito con los mismos sentimientos. “Mientras él estaba aun muy lejos, su padre lo divisó, y se llenó de compasión. (Lucas 15: 20)

Conforme Jesús se llena con compasión, su primera respuesta es enseñar a la gente. El mensaje básico de Jesús a la gente es de un Dios de amor. Él sana a algunos y en breve alimentará a la multitud hambrienta pero su regalo fundamental es una invitación al amor que irá mucho más allá que la sanación necesaria y el hambre apremiante de la gran multitud que es como un símbolo para toda la humanidad.

El mensaje de Jesús para todos es que en nuestra quebrantada y emproblemada condición humana hay una apertura hacia una nueva vida y el maravilloso amor de un Dios de gracia. La lucha entera del Evangelio de Marcos es la falla de los discípulos, como una imagen de nosotros, para confiar en la bondad y amor del Dios revelado por Jesús.

Nuestro viaje de fe es similar al de los discípulos descritos por Marcos como determinados a moverse hacia adelante en su propia agenda. Ellos encuentran cada vez más fallas en el plan de Jesús y tienen un plan que es de ellos mismos.

Toda la meta de nuestra vida es alejarnos de nuestra propia agenda hacia la de Jesús revelando la voluntad del Padre. De todas formas es una lucha para nosotros.

Jesús en su compasión es paciente con nosotros así como fue paciente con la multitud en la orilla del mar, y especialmente con los discípulos. Aun así, Él insiste que suyo es el camino, la verdad y la libertad. Sus palabras son el regalo de sabiduría y de luz, no importa cuanto su pobreza y rechazo y aparente falla aplaste nuestro sentido común y la idea de la realidad. La cosa de Jerusalén era un obstáculo para los discípulos y permanece lo mismo para nosotros hoy en día. Perder nuestra vida simplemente no parece la forma de salvarla.

Nuestra agenda, como la de la multitud y la de los discípulos, es para que Jesús resuelva nuestros problemas. Jesús, en verdad, tiene compasión de nuestro predicamento de ser seres humanos defectuosos. Sin embargo, Jesús quiere repararnos en una forma mucho más profunda y total. El plan de Jesús va mucho más allá que nuestro limitado programa. Jesús tiene un plan de compasión que aplasta la estrechez y restricciones de nuestros sueños y esperanzas. El amor revelado en su vida y en su palabra abre la posibilidad de satisfacer el hambre más profunda y los anhelos de nuestro corazón que con frecuencia escapan de nuestra conciencia en el correr de la vida.
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