Teresa de Avila

LA RESURRECCIÓN Y LA ORACIÓN


I
En los escritos de Teresa preacticamente no se hace mención de la Resurrección. Ella coloca todo su enfoque dramáticamente y consistentemente en el Cristo Crucificado. Esta indiferencia de la resurrección prevaleció en gran parte de nuestra historia cristiana.

El Vaticano II y la consecuente Renovación Litúrgica nos han enseñado a centrarnos en el Misterio Pascual que ve la muerte y la resurrección como un solo acto de salvación. Esto ha llevado a un énfasis mucho más grande en el frecuente subvalorado evento del Cristo Resucitado.

Sin embargo, hay un elemento de las enseñanzas de Teresa que amarra perfectamente con esta nueva prominencia de la resurrección. Teresa dirige la atención hacia el propósito de nuestras vidas como una unión con Dios. Esto llevó a un poderoso sentido de trascendencia en todas sus enseñanzas. Usando la inspiración de esta visión fundamental, ella vino a medir el valor de los eventos en su vida contra el fondo de la trascendencia.


La renovación de la resurrección hoy es un gran regalo. Estamos invitados a una apreciación mas profunda de la vida del resucitado y su llamada para medir toda la realidad presente contra esta llamada a la trascendencia. Estamos invitados a ser un pueblo del Aleluya. Se nos pide ver la muerte como una transición a nuestra meta final, la plenitud de la vida por toda la eternidad. Esa nueva vida empieza ahora cuando caminamos en el amor. El amor trasciende la muerte.

La belleza de este destino final raramente es usado como la vara de medida para nuestra vida diaria. El espíritu de oración lo inundaba todo para Teresa a pesar de las grandes cargas que ella llevaba a causa de la insignificancia de políticos y líderes de la iglesia. La oposición frecuente de la comunidad por sus conventos nuevos y las prohibiciones de las agendas políticas parecían una norma en lugar de la excepción. Agregado a la mezcla estaba una gran dosis de racismo y clasismo en su viaje hacia Dios. Ella enfrentó el bien y el mal con un profundo sentido de paz creyendo que todo le estaba ayudando a moverse hacia adelante en su búsqueda de Dios.

Ella incluso enfrentó la muerte con este profundo sentido de paz. Muy pocos de nosotros responderiamos con un Aleluya cuando el Doctor nos dice que nuestro cáncer es terminal sin esperanzas. Kubler-Ross, con su entrada gradual en el misterio de la muerte, es la guia más idonea. Teresa se saltó los pasos del uno al cuatro y abrazó la voluntad de Dios con la entrega de un gozoso Aleluya.

Teresa había llegado a un punto de la vida donde todos los eventos, los buenos y los malos, bendiciones y juicios, eran medidos contra el contexto final del regalo de la eternidad en unión plena con Dios. Esto fue un progreso radical. Esto fue la fuente de su paciencia y santa libertad. Esta comprensión le permitió a ella vivir el misterio de la resurrección en el fluir de los eventos en su vida diaria.

En este punto, Teresa fue enfática. Estamos hechos para ser uno solo con Dios. Esto sucede por medio de la purificación y la transformación. Nosotros podemos hacerlo en esta vida con una total fidelidad hacia el mensaje del Evangelio o en la siguiente vida por medio del proceso de la purificación en el purgatorio.

La oración fue la fuente principal de la visión y la energía para Teresa en esta búsqueda de Dios. Ella logró llegar a esta claridad y fortaleza después de una larga batalla con la mediocridad. A ella le tomo casi dos décadas llegar al punto donde solamente Dios era suficiente. Ella finalmente fue capaz de ponerse a sí misma, el mundo y Dios en el orden correcto. La humildad, el desapego y la caridad fueron las fuerzas que la guiaron hacia la paz en su única idea de la búsqueda de Dios.

II
El proceso para encontrar la palabra de Dios conlleva tres pasos. Necesitamos escuchar la palabra. Necesitamos entender la palabra. Necesitamos vivir la palabra. En la batalla de Teresa con la mediocridad, este proceso de tres pasos de traer la palabra de Dios a su vida fue un curso de obstáculos traicioneros. El problema fue con el autoconocimiento. La luz de la palabra de Dios le permitió ver que la verdadera conciencia de ella era esencial para el crecimiento espiritual. Como dice ella en el Castillo Interior, “¡Oh, pero si es en el cuarto del autoconocimiento! Que necesario es este cuarto – veo que ustedes me entienden – aun para aquellos que el Señor ha traido a la morada, donde Él permanece, que sin embargo nunca debe ser exaltada el alma, es algo más que se ajusta a ello, ni podría ser aun donde el alma desea tanto. Ya que la humildad, como la abeja haciendo miel en el panal, está siempre trabajando. Sin ello, todo está mal.” (El Castillo Interior 2.8)

III
Teresa empezó a ver que la tarea de la oración personal profunda era expuesta y destruye el mundo de la autodecepción, las ilusiones y un sentido de autograndiosidad que mira al individuo en el centro.

Teresa estuvo en un viaje que involucraba muchas conversiones. Estos pasajes personales de transformación gradualmente expandieron su autoconocimiento. Con este regalo de crecimiento del autoconocimiento ella empezó a ver la realidad como es y no como ella quería que fuera. En este crecimiento de aceptación, el maduró en apertura hacia la atracción de la llamada de Dios no importa si parecía contrario a la sociedad española. Ella cortó por la inflexibilidad de las divisiones sociales que controlaban la España de sus días.

En este continuo compromiso hacia la oración personal profunda Teresa llevó su crecimiento del autoconocimiento hacia una visión muy singular que regía y se volvió para ella en la base de toda realidad. Esta Santa Carmelita llego a comprender que solamente al reconocer nuestras debilidades y pecaminosidad somos capaces de entender la profundidad del misterio de Dios.

“En mi opinión, nunca nos conocemos a nosotros mismos si no nos esforzamos por conocer a Dios. Al mirar a su grandeza, nos ponemos en contacto con nuestra propia bajeza, al mirar a su pureza, veremos nuestra propia suciedad; al ponderar su humildad, veremos que tan lejos estamos de ser humildes.” (El Castillo Interior 1.9)

Solo al poseer nuestra propia absoluta pobreza podemos tener una perspectiva significativa en nuestra relación con Dios. Teresa creció dentro de la sencilla y sobrecogedora verdad: Dios es el Creador, nosotros somos las criaturas. Dios es el creador amoroso y misericordioso y salvador. Nosotros somos las criaturas quebrantadas y pecadoras, amadas y perdonadas. El amor de Dios no tiene condiciones y la misericordia de Dios no tiene límites. Como las criaturas pecadoras que somos, nosotros somos lavados en este amor y misericordia. Todo esto fluye de la bondad de Dios.

“Pero su majestad sabe bien que yo puedo jactarme solamente en su misericordia, y ya que no puede dejar de ser lo que he sido, no tengo otro remedio que acercarme a su misericordia y confiar en los méritos de Su Hijo y en los de la Virgen, su Madre, cuyo hábito uso tan indignamente.” (El Castillo Interior 3.3)
Jesús es la plena manifestación de este amor y misericordia. La avenida privilegiada de este misterio es la oración personal profunda. Como Teresa, nosotros deberíamos orar y entender que la historia de nuestra vida es la historia de la misericordia de Dios.

Al ejercitar esta visión de Dios en el centro, Teresa aprendió a interpretar la realidad con una simple regla. Todo es bueno si me acerca a Dios. Todo es malo si no me acerca a Dios. Ella se alejaba constantemente de de experimentar la vida y sus actividades como una fuente de comodidad, prestigio y poder. El éxito y las fallas no eran sus normas de operación. Esto le ayudó a ella a abrazar el mundo cabeza abajo de Jesús en los Evangelios. Esto es a lo que ella se refería al llamarnos a “ser realistas.” La vida y nuestra experiencia ya sea movernos más en el misterio de Dios o no. Ser realistas significa medir nuestras experiencias, nuestros valores, y nuestras actividades contra el horizonte de Dios.

Esto es por lo que la oración fue el valor central para Teresa al enfocar esta meta en su vida. Su programa de humildad, desapego y caridad se tratan todas en ayudarnos en el viaje de la oración en la búsqueda de Dios.

De manera que mientras Teresa raras veces verbalizó la resurrección, ella la vivió. Ella verdaderamente fue una persona del Aleluya. Ella definitivamente miró a la muerte como un pasaje hacia la siguiente transición en el viaje hacia Dios. Ella medía todos los eventos de su vida contra el horizonte de la eternidad revelada en el Cristo resucitado.

La oración personal profunda era su constante compañía en el viaje. La oración es un medio para conseguir un fin: encontrar y amar a Dios en nuestra vida conforme se abre a la eternidad.
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