Décimotercer Domingo del Tiempo Ordinario


MARCOS 5: 21-30; 33-43


Queridos amigos.
Las dos historias de hoy de la mujer y de la hija de Jairo son parte de una cadena de cuatro historias que tienen que ver con el conflicto de Jesús con lo demoniaco. Las otras dos son la calma de la tormenta en el mar (Marcos 4: 35-41) y la sanación del endemoniado de Gerasa (Marcos 5: 1-30)

La gente en el tiempo de Jesús tenía muchas más ideas de la diferente presencia del poder de los demonios que la versión más popular de Hollywood de la película del “Exorcista”. En el tiempo de Jesús, la gente tenía una visión básica del bien y del mal. El mal era visto en todas las dimensiones de la experiencia humana que limitaba la libertad. El mal estaba involucrado en todas las cosas y experiencias que controlaba la gente en una forma que seriamente limitaba su libertad.

Estas cuatro historias presentan a Jesús como Alguien Fuerte que revela su poder en el control de los demonios. Estas expresiones del mal venían en la violencia de la naturaleza tales como la tormenta, las enfermedades, en las adicciones personales y psicológicas y en las patologías como la que vemos en la historia de Gerasa, las consecuencias de enfermedades personales en la historia de la mujer que sufría hemorragia y en la muerte como se muestra en la joven hija de Jairo.

Todos estos episodios revelan a Jesús como la victoria del bien sobre el mal. Jesús invita a sus seguidores a ver en su presencia el poder de un Dios de gracia al dejar a la mujer libre de una maldición de doce años. En la joven hija de Jairo, Jesús revela un mensaje de esperanza en la última expresión del bien sobre el mal en la conquista de la muerte. Esta historia refleja su propia última victoria en la resurrección.

Las historias también muestran otra dimensión de la libertad. Las leyes de limpieza en las leyes de los Judíos con frecuencia tenían muy malas consecuencias involuntarias. En la vida de la mujer con hemorragia, ella no solamente tenía la carga de su enfermedad personal, ella estaba completamente aislada socialmente de la comunidad a causa de la impureza de la hemorragia. Ella estaba, para todos los propósitos prácticos, tan aislada como un leproso. Cuando ella tocó a Jesús, fue una inmensa violación de las leyes de pureza.

En el caso de la mujer, Jesús transformó la violación en un acto de liberación y amor. Cuando Él tocó el cuerpo sin vida de la hija de Jairo Él estaba también en grave desobediencia de las leyes de la pureza. Él lo volvió un gran acto de amor y liberación.

El mensaje para nosotros es muy claro. Necesitamos traer nuestras cargas y ansiedades a Jesús. Necesitamos saber y confiar que Jesús quiere sanarnos y hacernos libres tanto como a las dos bellas mujeres en la historia de hoy.

Necesitamos permanecer en la lucha para buscar la dignidad de todos nuestros hermanos y hermanas en la iglesia y en la sociedad. Después de todos estos siglos, seguimos necesitando el poder de ese ser Fuerte sobre el mal, sobre el papel de la mujer en la iglesia, sobre la dignidad de los gays y lesbianas en toda la vida, del llanto de los pobres especialmente en los inmigrantes. Aun permanecemos en la necesidad del toque de sanación. De igual manera, estamos en necesidad del hambre de justicia que fluía del corazón de la mujer con hemorragia y del padre afligido. Ellos dieron el primer paso en el camino de la libertad y la justicia. Estamos llamados a hacer lo mismo como vasijas recipientes del amor de Jesús y del poder de sanación para nuestros hermanos y hermanas.
Compartir: