Una invitación al amor

Los Mandamientos

Los diez mandamientos vienen en diferentes expresiones. Las dos mayores fuentes de las escrituras son Exodo 20: 1-17 y Deuteronomio 5: 5-21. San Agustín en el siglo V, usaba estas expresiones bíblicas para formular los mandamientos como los conocemos ahora. La fe Hebrea, las iglesias ortodoxas y algunas de las iglesias cristianas reformadas tienen diferentes expresiones de los mandamientos.

Todas comparten el mismo mensaje básico.
Las declaraciones del Éxodo y del Deuteronomio empiezan exactamente con las mismas palabras: “Yo el Señor, soy tu Dios, que te sacó de la tierra de Egipto, ese lugar de esclavitud.” (Exodo 20: 2 y Deuteronomio 5: 6).

El punto de la autodescripción de Dios es que los mandamientos empiezan con amor y llevan hacia el amor. Dios está dando al nuevo pueblo libre direcciones de cómo vivir en comunidad. Estos mandamientos son la guia para relaciones dadoras de vida. No son un conjunto de reglas y regulaciones que retringen e impiden cosas. Estos son el camino a la libertad y al amor.

Con los siglos, nosotros, como iglesia, perdimos nuestro enfoque de este significado fundamental de los mandamientos. Yo estudié una teología que probablemente se aleja más del foco con este mensaje bíblico de amor. Yo estaba en mi último año de estudios cuando empezó el Concilio.

Aquí hay dos de los incontables ejemplos de esta distorsión que perdió su camino en un compromiso servil a una exageración de las minucias de la ley.

El primer ejemplo es es del caso del pollo robado. La profunda reflexión teológica fue esta: ¿quién tenía derecho a los huevos si el ladrón habia cuidado y había alimentado al animal? ¿los huevos eran suyos o del verdadero dueño del animal? Este era el tipo de material que estábamos estudiando mientras los niños estaban siendo repelidos con mangueras en Birminham en el gran progreso del Movimiento por los Derechos Civiles.

Un segundo ejemplo fue una nota de pie de página en nuestro libro de texto de Latín del siglo XIX sobre teología moral. Yo recuerdo este pie de nota porque practicamente todos salimos mal en el examen. La pregunta era, “¿Cuándo es un pecado ir a la playa?” La respuesta es cuando usted no se mete al agua. Esta era una clara expresión de la mentalidad del tiempo que estaba obsesionado con la negatividad hacia la sexualidad en lugar de verla como un gran regalo de Dios.

En nuestros dias, los mandamientos necesitan liberar nuestros corazones en nuestra búsqueda de Dios. Necesitan guiarnos para establecer prioridades y valores que nos traigan al amor por Dios y por nuestro prójimo. Con los siglos la iglesia se ha distraído y con frecuencia nos enseñó una cucharita para medir las cosas de la justicia y el amor en nuestras vidas. La medida que Dios usa es una tempestad que deja caer amor y misericordia sin límites o condiciones.

El Papa Francisco constantemente nos está llamando para mantener nuestros ojos y corazón sobre Jesús. De esta manera podemos sacar las medidas de las cucharaditas cuando se trate de las medidas de amor y permitir que nuestro corazón esté abierto a la incesante tormenta de justicia, reconciliación y misericordia que encontramos cuando caminamos con Jesús. El Dios del Éxodo continua llamándonos a la libertad en el pacto de amor.

En La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco declara que el primer mensaje del Evangelio para los nuevos creyentes siempre debe ser la lección del amor de Dios revelado en Cristo Crucificado y Cristo Resucitado. Después de este encuentro de amor con el Cristo Salvador, solamente entonces, deberían ser fijadas las consecuencias morales de este compromiso cristiano. El contexto siempre debe ser la invitación al amor.

El Jesuita Poe sigue diciendo que el desafío de hoy no es el ateísmo. La iglesia está desafiada a encontrar la sed del pueblo por Dios. “ A menos que el pueblo encuentre en la iglesia una espiritualidad que pueda ofrecer sanación y liberación, y los llene con vida y paz, y al mismo tiempo los una en comunión fraternal y frutos misioneros, terminarán por ser tomados en las soluciones que ni dan vida verdaderamente humana ni dan gloria a Dios.” (La Alegría del Evangelio # 89)

Juan de la Cruz puso estas cuestiones más sencillas. Él dijo que solamente cuando el corazón tiene un amor más grande abandonará el amor tentador que incesantemente crea el corazón fragmentado. Este amor más grande es Cristo Crucificado y Cristo Resucitado. En el camino del amor descubriremos la verdadera libertad de los mandamientos.
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