Épocas del Corazón

¿De dónde viene nuestra oración? Las escrituras son claras que viene de lo más profundo de nuestro
ser, el corazón. De hecho, el corazón es usado en este contexto más de mil veces en la Biblia. Es en el corazón que nosotros hacemos nuestras decisiones y compromisos más fundamentales. La gran oración que todos necesitamos mucho está en el Salmo 51: “Crea en mi, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu.” (Salmo 51: 12)

En su libro Épocas del Corazón,i el padre John Welch, O. Carm. Presentó una bella visión de la tradición de la espiritualidad Carmelita. En su texto, él mira al corazón desde cinco perspectivas diferentes. Cada visión ilumina algún aspecto importante de cómo experimentamos a Dios. En los próximos cinco temas voy a presentar un resumen de esta sencilla pero verdaderamente profunda visión de nuestro encuentro con lo divino. Empezaremos con el corazón anhelante.

 El Corazón Anhelante


Todos los seres humanos compartimos un hambre común por lo que, en muchas maneras, identificamos como felicidad. El viaje de la vida está lleno con la saga humana de la búsqueda de esa meta esquiva de satisfacer el inflexible anhelo en nuestro corazón. Eventualmente, descubrimos que la búsqueda está cargada con guias engañosas que quedan vacías. C. S. Lewis lo describió de esta manera: “Nuestro ser completo por su naturaleza es una gran necesidad, es incompleto, siempre en preparación, vacío aunque abarrotado de desorden.” Gradualmente, nos ponemos en contacto con una apariencia de lo que el corazón está anhelando para cuando encontramos el amor en sus muchas manifestaciones abiertas y escondidas en nuestra vida.

Si existe alguna autenticidad en nuestra vida, está enraizada en nuestro descubrimiento del amor. Este amor, no importa que tan genuino sea, solamente es una sombra del verdadero amor que es Dios. Si estamos dispuestos y somos fieles en nuestra búsqueda, nos daremos cuenta que el anhelo esquivo que es la definición decisiva de nuestra realidad es un hambre por Dios.

Es un viaje largo y doloroso para aprender el punto de vista del amor. Este punto de vista cambia el enfoque del “Es mío” por el “Es tuyo”. Este es el inicio para alcanzar el éxito en la búsqueda de una felicidad que no se quiere en la lucha de la vida. La mayoría de la gente nunca comprende que el hambre es satisfecha al dar no al recibir, al compartir no al apegarse a todo. Vaciar y no llenar es la clave para moverse hacia adelante en esta misteriosa búsqueda de Dios.

Los deseos por tener más crean una frustración básica que la mayoría de nosotros tratamos de evitar. Compramos con una mentalidad consumista de que eso que necesitamos se encuentra en la siguiente gran venta. Somos víctimas de una industria que gasta billones de dólares para convertir lo que queremos en una verdadera necesidad. Nosotros luchamos contra esta gran mentira.

Ya sea por navidad o por una graduación, la casa nueva o un carro nuevo o el trabajo nuevo, eventualmente todo esto se queda corto para satisfacernos. La verdad que encontramos tan difícilmente y que es tan amenazada permanece igual. Nuestro corazón está hecho por Dios. Permanecerá turbulento y sin descanso hasta que tenga a Dios.

Por otro lado, hay una gran libertad al identificar y abrazar esta verdad de que ultimadamente, estamos buscando a Dios. Todo eso es muy bueno, es muy bello, todo eso es muy real para nosotros, las necesidades nos llevan hacia el más profundo vacío, el hambre por Dios. Todo lo demás simplemente son guias hacia un sentido de frustración e incompletitud.

La elección es clara. Podemos usar el gran regalo de la vida para sintonizarnos con esta verdad que fluye desde lo más profundo de nuestro corazón: anhelamos a Dios. La alternativa es que podemos continuar caminando por los valles de las decepciones y de las ilusiones. Podemos hacer este sacrificio de ir más allá del ensimismamiento o podemos seguir viviendo la mentira de que encontraremos la felicidad en nuestras posesiones y en nuestro poder para controloar y dirigir nuestro destino.

Cualquier vida espiritual auténtica tendrá que lidiar con los verdaderos anhelos que definen nuestra realidad. Si somos dedicados en nuestra búsqueda, nuestro corazón descubrirá una dimensión más profunda de nuestra condición de quebrantamiento. Dios nos está buscando. El Dios que nosotros perseguimos es el verdadero buscador. Lo que nos mantiene separados no es la distancia hacia Dios sino el distanciamiento de nuestro verdadero yo de Dios. Vivimos con el temor escondido de que si tenemos a Dios no tendremos nada más. Necesitamos detenermos y permitir que nuestro verdadero yo sea atrapado por el Cazador Celestial.

En nuestra búsqueda de Dios, pasamos por una serie de conversiones. En este proceso, aprendemos lo que Jesús dijo con tanta frecuencia: para salvar nuestra vida debemos perderla.

En estas transformaciones de nuestra mente y nuestro corazón, purificamos y renovamos nuestros deseos y anhelos. Surge un sentido de dirección. El sendero correcto permite que Dios se vuelva el enfoque como la meta de un corazón anhelante.

En las reflexiones sobre las otras cuatro épocas del corazón estaremos cavando en otras dimensiones de ésta búsqueda de Dios. Descubriremos el verdadero GPS que está programado para traernos a casa. Estos temas son: el Corazón Esclavizado, el Corazón que Escucha, el Corazón Preocupado y el Corazón Puro.
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i John Welch, O. Carm., Las Épocas del Corazón (Darien, Illinois: Centro de Comunicaciones Carmelitas, 2008)

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