El envejecimiento integral a la vida

La Gran Mentira

La observación más común de la gente que no he visto por un buen rato es, “Luces genial” otro comentario es de aquellos que conocen mi edad: “no puedo creer que tengas 81” pero el que menos me gusta es, “hola hombre joven.” Debo admitir, sin embargo, que disfruto cuando ellos me “ponen tarjetas”, cuando dejo mis zapatos al pasar por la seguridad del aeropuerto.

Todos estos saludos y enfoques son una apreciación distorsionada del envejecimiento. Todos son bien intencionados pero están enraizados en la “gran mentira”: la juventud es buena y el envejecimiento es malo.

Dios  no está de acuerdo con esto. Envejecer es una parte del plan divino de Dios al igual que lo es una edad media muy saludable o una adolescencia confundida. Dios nos ama a todos por igual cuando somos infantes que cuando somos adultos jóvenes.

 Dios no compra “la gran mentira” que la joventud es preciosa y que se necesita evadir el envejecimiento a toda costa. Para Dios el reloj no es pavoroso. Dios es el único que ve el regalo de la vida moviéndose hacia la unión con el misterio del amor revelado en Jesús.

La “gran mentira” de que la juventud es buena y el envejecimiento es malo ha desarrollado una industria multi-billonaria. Su propaganda impregna todos los niveles de nuestra sociedad. Está apoyando un estilo de vida de decepciones y distorsiones. Eventualmente, la demanda intransigente de tiempo destruye la mentira. El mito de la eterna juventud se ve destrozada por el simple e implacable tic tac del reloj. Todos estamos envejeciendo. Para Dios, esto es bueno. Dios nos pide ir con la corriente, entrar en contacto con el programa. Envejecer es bueno porque la muerte es también por mucho, parte de la vida.

II


El Plan de Dios

Nuestro destino es la unión con Dios. Este es el último y definitivo propósito de nuestra existencia. Esta es el hambre más profunda de nuestro corazón. Sin embargo, ante los ojos de Dios, el momento presente es la preciosa posibilidad de una nueva vida y de un nuevo amor cuando respondemos a Dios generosamente y en la verdad. En este contexto, cada etapa de la vida es igualmente bella y es la fuente de diferentes responsabilidades.

En este escenario, los años finales son un tiempo de disminuciones de acuerdo con el diseño de Dios. Dios ha construído en la realidad física ciertos apoyos para ayudarnos a mantener nuestros ojos en el premio: el pasaje a la vida eterna.

En su clásico, Medio Divino, Teilhard de Chardin ofreció estos maravillosos aportes sobre el proceso del envejecimiento:

“Cuando los signos de la edad empiecen a aparecer en mi cuerpo (y aun más cuando toquen mi mente); cuando vengan los momentos dolorosos en los que repentinamente despierte al hecho de que estoy enfermo o envejeciendo… en todos estos momentos oscuros, Oh Dios, concédeme que pueda entender que eres Tú (siempre que mi fe sea suficientemente fuerte) quien dolorosamente está partiendo las fibras de todo mi ser para penetrar hasta la mera médula de mi sustancia y llevarme contigo.” (p 89-90)

Entender y aceptar que la muerte es parte inevitable e integral de la vida es un gran regalo.  Es el comienzo de la liberación de la “gran mentira”. Hay una gran libertad cuando aceptamos la realidad como es, no como nuestra cultura consumista lo proclama. Nuestra vida presente es un medio para llegar al fin, no un final en sí. Nosotros estamos destinados a la vida eterna. Esto necesita ser el enfoque en el que interpretamos la realidad.

Cuando entendemos verdaderamente el regalo del envejecimiento, estamos a tono con el plan de Dios. Estamos llamados a abrazar la vida en todas sus posibilidades y con verdadera autenticidad. Esto demanda que evitemos la trampa de ver el envejecimiento como una maldición a la que hay que resistirse. Más importante aun, necesitamos rechazar cualquier compromiso para mantener un estilo de vida juvenil que fluye de la “gran mentira.”

De igual manera, no estamos invitados para soportar el proceso de envejecimiento como una experiencia trágica y dolorosa. Tenemos que resistirnos a vivir en el pasado o a buscar seguridad en nuestra mascota. Estamos llamados a abrazar nuestra humanidad en una nueva forma, con desarrollo de sabiduría. Estas nuevas visiones nos ayudan contemplar la conexión del amor en nuestra vida como fluye totalmente hacia el amor de Dios como nuestro verdadero destino. Nuestra relación con los demás ofrece increíblemente nuevas y enriquecedoras posibilidades en esta fresca perspectiva. Más bien que negar nuestra humanidad en la edad avanzada, necesitamos verla como el florecimiento de nuestra humanidad en el camino de aquí a un nuevo horizonte solo de Dios. El deseo de buscar a Dios  y de encontrar esa meta en el amor, surge lentamente como la única cosa que importa. Esto nos permite tener una experiencia positiva de la mengua del proceso del envejecimiento. Esto nos dirige a la verdad de Dios que la vida es buena ya sea en el inicio, en el medio o en el final.

III

 Aquí en el Camino Hacia Allá

Todas las enseñanzas de Teresa de Ávila están enraizadas en un llamado a la aceptación de la realidad. Ella acepta a Dios como el Creador amoroso y Redentor. Ella se acepta a sí misma como la pobre criatura pecadora que es amada y perdonada por este Dios misericordioso. Las medidas de ser realista en toda nuestra experiencia por una meta: ser uno con el Dios misericordioso y amoroso revelado en el Cristo Cricificado y Cristo Resucitado. Teresa sabía donde estaba y a dónde iba. Toda la vida tiene que pasar por este objetivo de aceptar la realidad.

Para Teresa, era una gran distorsión vivir si la muerte no existiera. Esta decepción tiene consecuencias serias para nuestra vida. Las pérdidas normales y naturales del envejecimiento están hechas en preparación para nuestro destino: estar en unión con Dios. El plan de Dios es que todas las pérdidas son simplemente una experiencia de purificación para prepararnos para el regalo de nueva vida que nos espera. Físicamente, cada día trae nuevas pérdidas y nuevos retos. Socialmente, asistir a funerales es una señal del paso de nuestra generación. Vemos que la vida se va ante nuestros ojos. Psicológicamente, nuestra memoria, los lapsos de nuestra atención, nuestras habilidades intelectuales junto con la destreza saben por los viejos conocimientos que todos estamos en un lento proceso de develar una nueva experiencia dolorosa.

La “gran mentira” nos ha puesto en un gran dilema de pensar que ya estamos ahí. Pensamos que nuestro destino es en esta vida. La distorsión de esta media vida niega la muerte y abraza la juventud. Pero pronto, se ve atrapada en la avalancha de pérdidas y agotamientos que pueden parecer tan sin sentido y abrumadoras. Necesitamos descubrir la mentira y decirle sí a la realidad. Dios nos está llamando en amor y misericordia.

Dios quiere ayudarnos. Él tiene para nosotros una lista que es bastante diferente de las listas beneficiosas y estandar y con frecuencia exóticas que nosotros tenemos.

La primera cosa es abrazar el regalo del tiempo que abre el envejecimiento para nosotros. Esto es una oportunidad para reflexionar sobre la vida.  Conforme nuestros días se vuelven menos desordenados, el regalo de una nueva sabiduría se acumula y nos deja ver el bien y el mal en nuestra vida. La claridad nos trae a regocijarnos en la misericordia de Dios.

La segunda cosa es aprovechar la apertura para conocernos a nosotros mismos como nunca antes. No tenemos que probar nada. Conforme surge la verdad, muchos problemas que parecían estar en la categoría de “vida o muerte” simplemente se evaporan en la insignificancia.  Lentamente entramos en la verdad expresada tan bellamente por Juan de la Cruz, “En el ocaso de la vida, solo el amor importa.”

La tercera cosa sobre la lista de Dios para nosotros es el trabajo de reconciliación y sanación de los recuerdos. Nosotros tenemos heridas profundas y hostilidades que necesitan ser dirigidas. Los años finales ofrecen una libertad y una madurez que abren nuevas posibilidades de perdón, reconciliacióny paz.

Finalmente, Dios nos invita a usar el acercamiento final para prepararnos para el futuro. Estamos más que en el camino. El tren se está acercando a la estación. Necesitamos continuar creciendo en nuestra aceptación de la muerte como una invitación amorosa a una nueva vida. El temor tiene que ser transformado  en esperanza. Esta es la tarea de nuestros años finales. Ya que la Misa de Resurrección dice tan bellamente:

De hecho, por tu fiel Señor,
La vida es cambiada no terminada,
Y cuando, esta morada en la tierra se vuelva polvo,
Una morada eterna está lista para ellas en el cielo.

IV

Agonizante y Muerto: ¡gran diferencia! 

Yo recuerdo que visitaba ancianos para llevarles la comunión y donde regularmente tenía que apagar la televisión a la hora de compartir la Eucaristía. Para la mayoría, la vida estaba llena con casi cualquier distracción. La televisión era una opción accesible y barata. Ellos vivían en un programa de evasión y lentamente daban paso a la aceptación de la muerte inevitable. Esto parece el modo operativo, variando en estilo significativamente, de acuerdo con la situación económica de los individuos. Tarde o temprano, la salud da paso. La crisis está en todo su esplendor. Y somos empujados a preguntar, “¿Esto es todo lo que hay?”

El proceso de la agonía empieza. La desnudez final, las últimas etapas de la purificación llegan eventualmente. Esta es una verdadera participación en el Misterio Pascual. El conflicto final entre el bien y el mal está a la vista. Con frecuencia es dificil y es una carga pesada. En algunos casos, parece sin sentido, brutal y desconcertante. En todos los ejemplos, la experiencia de agonizar es algo para ser duradero. Agonizar en todas sus varias manifestaciones es dramáticamente diferente que morir.

Morir es un acto de libertad.  La muerte es el sí final a Dios que abre la luz y la paz sumergido en un amor infinito. La muerte es el gran acto de complemento que comienza la nueva vida en el misterio del amor de Dios por la eternidad. La agonía es Jesús en la Cruz. La muerte es la Resurrección.


Conclusión 

La iglesia, particularmente a nivel parroquial, necesita un examen de conciencia en esta área del envejecimiento. No cabe duda, hay mucho para dar en los programas de servicio tales como los grupos de adultos mayores, llevar la comunión, hogares de cuidado, el crecimiento de la prominencia, actividades en los asilos.

Una tarea central en este ministerio es desafiar  la dominante herejía de la cultura consumista, el ídolo de la juventud.

Necesitamos una espiritualidad de envejecimiento que dirija el viaje del paso de los últimos vestigios de juventud en los días finales de la edad media hacia la última apertura que concluye con la experiencia de agonizar y morir.

Dios está presente en una nueva forma dadora de vida en cada paso del camino. Cualquier espiritualidad auténtica de envejecimiento liberará a la gente para belleza de su realidad. Esta tarea es el paso final de la evangelización proclamando la Buena Nueva  en el Salvador Resucitado que tiene muchas mansiones esperando por nosotros en la casa de Su Padre.


Nota editorial:
Uno de mis autores favoritos es William Shannon,  un erudito sobre Merton que me hizo re-introdicirme en los escritos de Merton. Mucho del material en este blog ha sido influenciado por su libro,  “Aquí en el Camino Hacia Allá: Una Perspectiva Católica sobre la Agonía y lo que Sigue.”
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