Octavo domingo del tiempo ordinario

MATEO 6:24-34

En el cuarto grado me pasaron muchas cosas que realmente impactaron mi forma de ver la vida. De hecho,
me dieron una cabeza de veinte años de inicio sobre el Vaticano II. Una de las que más recuerdo tenían que ver con la oración. Recuerdo una semana en particuluar en que la Hermana Julie Anne tuvo a la clase rezando tres aves marias diarias por la victoria de Notre Dame. En ese sábado Notre Dame perdió contra la Armada (Universidad Militar) ¡59-0!

Yo tenía muchas preguntas para Dios después de eso. Aquellas preguntas y una buena educación me llevaron a otro sábado cuarenta años más tarde. Algunos de mis amigos, fanáticos de ND como yo, me pidieron decir una oración a la Santísima Madre por una victoria. Yo dije que no era posible para ella porque estaba muy ocupada con las víctimas de las pandillas en El Salvador.

Madurar en la oración es todo un viaje. El  pasaje de hoy sobre la confianza en Dios da en el corazón de lo que es nuestra meta en la oración de petición.

Una de las grandes cosas sobre la oración, no importa que tan mal dirigida sea, es que nos ayuda a crecer en la conciencia de nuestra dependencia de Dios. Las escrituras nos asisten para gradualmente entender que esta conciencia de nuestra dependencia de Dios es un regalo bello y liberador. Nos dirige hacia la verdad de que Dios tiene un mejor plan para nosotros.

De manera que mucha de nuestra oración está dirigida hacia nuestros propios deseos. Uno de  os mensajes centrales del Sermón en el Monte y el pasaje de hoy es un mejor plan de Dios. Cuando oramos conforme proclama el Sermón unos pocos versos antes del pasaje de hoy, “Venga tu reino, Hágase Tu voluntad” realmente estamos pidiendo la ayuda de Dios para participar en la búsqueda del plan de Dios. Estamos pidiendo abrirnos a nosotros mismos y permitir que Dios sea Dios y no permitir que ninguna criatura nos engañe y nos aleje de la gracia y el amor de este Dios.

El problema, una vez mas, es el de la autenticidad interna del corazón. Este es un tema constante en el Sermón. Necesitamos encontrar nuestra seguridad en Dios y no en las posesiones. El crecimiento en la oración verdadera nos ayuda a poner a Dios en el centro. Nos permite alejarnos gradualmente de la preocupación y la ansiedad. Este es un proceso que damanda continua transformación de nuestros valores y prioridades.

Este es nuestro problema. El corazón humano es una máquina hacedora de ídolos. Mateo está usando las palabras de Jesús para enseñarnos que somos mucho más importantes ante los ojos de Dios que las flores del campo y que los bellos pájaros del cielo. No necesitamos ídolos para nuestra seguridad. “ni ojo vio, ni oído oyó, ni por mente humana han pasado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman.” (I Corintios 2:9)

El reino de Dios, proclamado por Jesús, es la más completa y absoluta expresión del plan amoroso de Dios. Cerca del final del pasaje de hoy se nos dice “Busca primero el Reino de Dios y su Justicia divina y todo lo demás también se te dará.”Jesús nos enseña a no hacer planes pequeños. Póngase en contacto con el gran plan donde Dios verdaderamente sabe lo que es mejor para nosotros.

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