Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario
Marcos 12:28-34
Queridos amigos, En su respuesta a la pregunta del escriba, Jesús comienza con la frase: "¡Escucha, oh Israel! (Mc 12:29) Estas palabras tienen un profundo significado para comprender la declaración de Jesús sobre el amor a Dios y el amor al prójimo. En primer lugar, sitúa su respuesta en el contexto de la llamada de Israel, en la que Dios ha puesto todo la iniciativa del amor divino. Dios nos ama primero. El segundo elemento es la invitación a escuchar. La escucha es el camino más seguro hacia el misterio del amor de Dios.
La primera parte de la respuesta de Jesús era tan familiar para el judío promedio de ese momento como lo es la señal de la cruz para el católico de hoy. Jesús, sin embargo, añade a esa familiaridad la llamada a amar al prójimo. Jesús nos está llamando a una comunidad de amor. El amor que se inicia con Dios debe ser devuelto no solo a Dios, sino que ese amor debe incluir a nuestro prójimo. De esta manera, somos llevados a una comunidad de amor.
Esto me lleva a mi descripción favorita de la Biblia. Afirma que el mensaje de la Biblia es simple: Dios es amor y Jesús nos enseña lo que es el amor. Al escuchar para encontrar el amor y la sabiduría, nuestra búsqueda nos lleva a Jesús.
Jesús nos enseña quién es Dios y cómo ama. En nuestro encuentro con Jesús, experimentamos la compasión y la misericordia de Dios. En Jesús, aprendemos que no hay límites para el amor de Dios, ni vallas ni etiquetas de exclusión. En Jesús, escuchamos a Dios y escuchamos el grito de los pobres y marginados, de todos los olvidados que están aislados de maneras que solo el corazón humano roto puede desarrollar para aislar y abandonar. En Jesús en la cruz, la palabra de Dios nos presenta el desafío de poner todo y a todos en segundo lugar para que "amemos a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas... Amarás a tu prójimo como a ti mismo". (Mc 12:30-31)
Los cuatro Evangelios son la sinfonía más rica de la canción de amor de Dios que es Jesús. En los Evangelios, escuchamos el llamado a responder a nuestra realidad diaria con un corazón abierto y sanado. Necesitamos estar abiertos a la vida porque si estamos en contacto con Jesús, seremos atraídos fuera de los límites limitantes y restrictivos de nuestro egoísmo. Las necesidades de nuestro prójimo se presentarán ante nosotros con una nueva claridad y urgencia.
Este amor a Dios y el amor al prójimo es para lo que nuestros corazones fueron hechos. Sin embargo, esto no siempre es lo que nuestros corazones quieren. Si estamos escuchando a Jesús, no podemos evitar escuchar el mensaje difícil. Amar significa perder la vida para salvarla. Amor significa buscar ser el sirviente, no el gobernante. Amar significa lavar los pies de todos. Amar significa caminar con Jesús hasta Jerusalén. El amor significa que ganamos perdiendo.