La meditación cristiana no es magia. Si está buscando un ajuste fácil, no lo encontrará. Sin embargo, cualquier cosa que lo lleve a usted a la pureza de corazón y entrega a Dios será un factor grande a lo largo del camino. La meditación cristiana, si es practicada fielmente y con generosidad, puede contribuir significativamente a caminar en las huellas de Jesucristo.
La cosa más importante para aprender sobre meditación es meditar. Es extraordinariamente sencillo. Ese es el problema. Muy pocos, en la primera vez que escuchan sobre ella, pueden creer que la sencillez puede ser tan poderosa.
Así es como se puede meditar. Siéntese. Quieto y erguido. Cierre sus ojos suavemente. Siéntese relajado pero alerta. Silenciosamente, interiormente, empiece a decir una única palabra, Maranatha. Recítela en cuatro sílabas de igual longitud. Escúchela conforme la dice, gentilmente pero continuamente. No piense o imagine nada - espiritual o de ninguna otra índole. Si los pensamientos o imágenes vienen, estas son distracciones al momento de la meditación, de manera que regrese sencillamente a repetir la palabra. Medite cada mañana y cada tarde entre veinte y treinta minutos.
Tenemos tres metas sencillas para guiarnos en nuestra meditación de dos veces diarias.
- Decimos el mantra durante el tiempo completo de meditación. Esta es una habilidad y tomará tiempo crear un hábito constante.
- Decimos el mantra durante toda la meditación sin interrupciones. La tarea aquí es regresar continuamente tan pronto como sea posible de las incesantes distracciones que son el hambre del ego por el control.
- Al decir el mantra consistentemente, permitimos que nos dirija a las profundidades de nuestro ser más allá del pensamiento, imaginación y todas las imágenes. Descansamos en la presencia de Dios que habita en lo profundo de nuestro corazón. Merton llama a esta profundidad del corazón La Tierra Escondida del Amor.
El Evangelio no es sobre auto análisis sino auto trascendencia. La meditación sucede solamente cuando quitamos la atención de nosotros mismos.
Cuando empezamos, estamos preocupados por el progreso, y cuán perfectamente estamos siguiendo las prácticas. Pero aprendemos que tenemos que dejar ir el intento para medir el progreso. Este es el desafío. Sencillamente significa mantenerse diciendo el mantra del inicio hasta el final.
Para aprender a meditar necesitamos meditar todos los días, mañana y tarde. Esto debería ser entre veinte y treinta minutos para cada sesión. Es necesario mientras está meditando decir el mantra del inicio al fin.
Cualesquiera que sean los pensamientos que vengan a su mente, ya sean buenos pensamientos, pensamientos religiosos, pensamientos sagrados o malos pensamientos, déjelos ir a todos y regrese a decir el mantra.
Aquí hay un escenario que evoluciona de nuestra práctica fiel de meditación cristiana diaria. En un cierto periodo de tiempo, crecemos en auto trascendencia junto con un sentido profundo de unidad personal. Nosotros desarrollamos un sentido sólido de integridad personal. Experimentamos una nueva sinceridad y madurez en nuestras relaciones personales. Nos alejamos incesantemente del egoísmo hacia una unidad y armonía interior. Una conciencia que se expande nos dirige dentro de un sentido más profundo de la presencia de Dios.
Cuando presento esta práctica espiritual, pongo los siguientes puntos:
- No importa si usted se siente en paz aun cuando esto es frecuente en el caso de los principiantes. El cómo se siente no es el problema. El problema real es cambiar en su corazón lo que lleva a una vida mejor.
- Con frecuencia, la mente parece como si usted tuviera un barril de monos traviesos a su alrededor. Usted necesita regresar pasivamente al mantra y continuar repitiéndolo lentamente y constantemente.
- Es importante rechazar todos los pensamientos incluyendo los que son buenos así como las ideas inspiradoras. Hay otro tiempo y momento para ellas pero no durante este momento sagrado en que buscamos silencio.
- Recuerde siempre, la oración es fundamentalmente un acto de amor para Dios. Como dijo Teresa necesitamos no pensar mucho sino que necesitamos amar mucho.
- Al final, se vuelve una disciplina. Uno tiene que hacer tiempo dos veces al día por veinte o treinta minutos. La práctica puede fácilmente ser dejada y eventualmente ser irá.