Quinto Domingo de Pascua

Juan 14: 1-12


Estimados amigos,

En uno de los primeros retiros que tuve como joven Carmelita, el predicador nos dijo que él dormía en un ataúd. Él quería desarrollar la conciencia de que iba a morir en algún momento. Para ese tiempo pensé que era realmente extraño. Ahora que estoy 55 años más cerca de mi muerte pienso que es aún más extraño.

En el tiempo de Pascua hay un mensaje mucho más grande sobre nuestra muerte personal. No todo es tan malo. El prefacio para la misa de la resurrección (misa de cuerpo presente en América Latina) para los funerales da una descripción muy reconfortante en esta forma:


En aquel que resucitó de entre los muertos inicia nuestra esperanza de la resurrección

La tristeza de la muerte da paso a la promesa de la inmortalidad

Señor, para tu pueblo fiel la vida es cambiada no terminada

Cuando el cuerpo de nuestra morada terrenal descansa en la muerte, ganamos una morada eterna en el cielo.

El Evangelio de hoy se usa con frecuencia en misas de funerales. En el contexto de este poderoso ritual, la mayoría de gente lo comprende. Vamos hacia una vida mejor. El problema es que la mayoría de nosotros solamente lo entendemos cuando no podemos más evadir la realidad de la muerte. La muerte de un ser querido simplemente nos sumerge en el grande y doloroso misterio de la muerte.

Nuestra cultura es muy evasiva al enfrentar la muerte por lo que es: una muy grande y definitiva parte de la vida.

El mensaje del tiempo de Pascua seguramente no nos llama a la actividad mórbida y bizarra de dormir en un ataúd. Si es, sin embargo, una invitación a enfrentar la muerte como una parte crucial de nuestra vida.

La vida es un regalo para el hoy. Necesito abrazarlo con alegría y con el mayor entusiasmo porque no tengo garantía de un mañana. Dios nos llama a vivir este día en amor y servicio. Si podemos empezar a aceptar la muerte como una verdadera gran parte de nuestra vida no es una invitación a vivir en preocupación y ansiedad. Es una llamada a ser realista.

El bien y el mal, la armonía y el conflicto, la enfermedad y la salud y todos los elementos de nuestra condición humana son todos dejados en las manos amorosas del Dios de Gracia revelado en Jesús. Jesús es el camino, y la vida y la verdad (Juan 14: 6) Jesús nos dice “No dejemos que nuestros corazones se preocupen. Tienes fe en Dios; tienes fe también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas.” (Juan 14: 1-2)

Hoy todos estamos un día más cerca de la llamada amorosa de Dios que cambia nuestra muerte en vida eterna. Este es el mensaje del Aleluya de Pascua. Somos tontos al no aceptar esta realidad y permitir que defina como vivimos. La Resurrección es real. Significa que la muerte ha perdido su aguijón. Nuestro trabajo es celebrar con una vida llena de esperanza y alegría.
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