Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario


MARCOS 6: 1-6 

Queridos amigos. A simple vista, parece que los de casa no se deleitaron viendo resucitado a Jesús para la gloria. En verdad, es una historia de un chico local en su gran momento.

Tal claridad no fue la respueta de los lugareños. Su asombro no fue positivo sino negativo.

Sus preguntas mostraban que ellos consideraban a Jesús como uno de ellos. En su mente, esto lo excluía de ser una persona de sabiduría y un profeta. Ellos tenían ideas claras de cómo actuaría Dios, de cómo vendría el Mesías. Jesús no encajaba en la descripción de ellos. Así, más que celebrar su nuevo papel, ellos se escandalizaron. La reunión familiar no era algo divertido para Jesús.

En cada momento que encontramos un ataque a nuestro sentido común de la comprensión de la realidad en la historia de un Evangelio deberíamos estar agradecidos. Siempre es una invitación a ir más profundo. Un regalo de una sabiduría más profunda nos espera.

Conforme analizamos lo que los vecinos hicieron, estamos invitados a una verdad más profunda del Evangelio. El pueblo de Nazaret parecía no interesarse sobre la sabiduría y las poderosas obras de Jesús. El problema era la fuente. ¿De dónde venía este conocimiento privilegiado y este poder? Ellos decían, en efecto, que Dios no podría usar a ninguno de ellos para hacer las obras poderosas de Dios. Esto es llamado el escandalo de la Encarnación. Por el contrario, Dios eligió revelarse a sí mismo en las cosas ordinarias de la vida, en algo propio de nosotros.

En esta historia del hogar de Jesús, Él es un pariente, un vecino y el carpintero local que conecta a todos al misterio de Dios.

Los lugareños de Nazaret eligieron la comodidad de rituales y textos antiguos antes que la presencia sanadora de uno de ellos mismos para definir su experiencia de Dios. Era dos cosas: más seguro y más cómodo. En nuestros días, la misa del domingo es mucho menos amenazadora para nuestro estatus que ser confrontado por “uno de los más pequeños de mis hermanos y hermanas” (Mateo 25: 40) en camino a la iglesia. Como el pueblo de Nazaret, tendemos a poner a Dios en una caja por nuestras claras y limitadas expectativas delo que es Dios.

La sorpresa es en el lugar común. Dios está en todo lo que es vida. No hay límites. Necesitamos estar disponibles para cada pizca de nuestra experiencia diaria. Es en lo ordinario y no en lo excepcional donde encontraremos a Dios. El progreso en la espiritualidad se muestra en sí en la habilidad para reconocer a Dios en las cosas familiares de la vida.

Teresa de Ávila, la primera Doctora de la Iglesia, es muy enfática en este punto. En sus muchos escritos Teresa nunca anima a la gente a buscar los regalos excepcionales que eran sus experiencias singulares. Ella enseña que es en la fidelidad a las responsabilidades ordinarias y en las relaciones donde encontraremos a Dios.

En esto, ella es simplemente un reflejo fiel del Evangelio. Ella nunca camina lejos de Jesús en todas las cosas que hace.

La orientación de Teresa sobre el Evangelio mantiene su acercamiento a lo encarnacional. Teresa señaló que son las practicalidades de la vida. Ella dijo que encontraremos a Dios en las ollas y en las cacerolas del servicio diario y en el compromiso con nuestras hermanas y hermanos.

Teresa no era de otra mundanalidad. Ella luchó contra el escapismo y la falsa división entre la experiencia diaria y la espiritual. En todo esto se acerca a la verdadera espiritualidad en la vida real, ella estaba expresando lo que sucede cuando mantenemos nuestros ojos y corazones fijos en Jesús.
Compartir: