Mateo 5:13-16
Queridos amigos,

En algún lugar a lo largo del camino, un gran número de nosotros en ambos grupos hemos fallado para obtener el recordatorio de Jesús que necesitamos ser la sal de la tierra y la luz del mundo (Mateo 5: 13-14).
Cuando uno ahonda en las razones por las que mucha gente ha dejado la iglesia, las razones son muchas y la culpa está por todos lados.
Sin embargo, la respuesta es clara: regresar al mensaje del Evangelio. Necesitamos evangelizarnos nosotros mismos y a los demás. Pablo VI nos enseñó que la evangelización es el proceso de “traer la buena nueva a cada estrato de la humanidad y a través de su influencia transformar a la humanidad desde adentro y hacerla nueva.” (Evangelii Nuntiandi # 19) él decía que necesitamos más testigos que maestros. Para él un testigo era uno cuya vida hablaba con tal fuerza y claridad que no podrías oir lo que él o ella estaba diciendo.
En estos tres versos en el Evangelio de hoy, Jesús nos está llamando a abrazar la totalidad del Sermón en el Monte. Él nos está diciendo vivir el mensaje y proclamar el mensaje. Todo es sobre el amor.
Nosotros, como iglesia, y como individuos seguidores de Cristo, necesitamos encontrar el poder y la belleza de la llamada para permitir que nuestra luz brille y para hacer la diferencia al abrazar la vida en las huellas de Jesús.
La gente que lucha por vivir según las Bienaventuranzas están en clara resistencia a los valores de una sociedad divisiva, consumista y avara. Ellos son la sal y la luz que necesitamos tan desesperadamente. Sus vidas, con frecuencia simples y escondidas, exponen el poder transformador de la sal y la luz evangélica para nuestro mundo.
La reconciliación y el servicio, el perdón y la generosidad son los poderes sanadores que aplastan la división y nos llaman a la unidad. El Sermón está cargado con estrategias para que nosostros seamos la sal de la tierra y la luz del mundo. Necesitamos enfocarnos de nuevo en el Jesús revelado en el Sermón del Monte. Cuando somos la sal y la luz en las huellas de Jesús, permitimos que otros prueben y vean la bondad del Señor.