Quinto domingo del tiempo ordinario

Mateo 5:13-16

Queridos amigos, Una dimensión horrible de la escena religiosa en los Estados Unidos son los siguientes hechos. Católicos Romanos es la afiliación religiosa más grande. El segundo grupo más grande son aquellos que han dejado la Iglesia Católica Romana. En Centro y Sur América, la situación con la iglesia es igualmente horrible.

          En algún lugar a lo largo del camino, un gran número de nosotros en ambos grupos hemos fallado para obtener el recordatorio de Jesús que necesitamos ser la sal de la tierra y la luz del mundo (Mateo 5: 13-14).

          Cuando uno ahonda en las razones por las que mucha gente ha dejado la iglesia, las razones son muchas y la culpa está por todos lados.

          Sin embargo, la respuesta es clara: regresar al mensaje del Evangelio. Necesitamos evangelizarnos nosotros mismos y a los demás. Pablo VI nos enseñó que la evangelización es el proceso de “traer la buena nueva a cada estrato de la humanidad y a través de su influencia transformar a la humanidad desde adentro y hacerla nueva.” (Evangelii Nuntiandi # 19) él decía que necesitamos más testigos que maestros. Para él un testigo era uno cuya vida hablaba con tal fuerza y claridad que no podrías oir lo que él o ella estaba diciendo.

          En estos tres versos en el Evangelio de hoy, Jesús nos está llamando a abrazar la totalidad del Sermón en el Monte. Él nos está diciendo vivir el mensaje y proclamar el mensaje. Todo es sobre el amor.

          Nosotros, como  iglesia, y como individuos seguidores de Cristo, necesitamos encontrar el poder y la belleza de la llamada para permitir que nuestra luz brille y para hacer la diferencia al abrazar la vida en las huellas de Jesús.

          La gente que lucha por vivir según las Bienaventuranzas están en clara resistencia a los valores de una sociedad divisiva, consumista y avara. Ellos son la sal y la luz que necesitamos tan desesperadamente. Sus vidas, con frecuencia simples y escondidas, exponen el poder transformador de la sal y la luz evangélica para nuestro mundo.

          La reconciliación y el servicio, el perdón y la generosidad son los poderes sanadores que aplastan la división y nos llaman a la unidad. El Sermón está cargado con estrategias para que nosostros seamos la sal de la tierra y la luz del mundo. Necesitamos enfocarnos de nuevo en el Jesús revelado en el Sermón del Monte. Cuando somos la sal y la luz en las huellas de Jesús, permitimos que otros prueben y vean la bondad del Señor.

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