EL VIAJE HACIA EL CENTRO EN EL CASTILLO INTERIOR


El viaje a través de las siete moradas es una descripción de la experiencia de Dios. Todo empieza cuando el individuo se da cuenta que hay más en la vida. Esto puede ser desencadenado en muchas maneras: una crisis personal, el poder del testigo personal de un individuo de integridad profunda, un sermón esclarecedor, una película o un libro, o la frustración de las continuas muertes sin fin en la mal guiada búsqueda de la felicidad. En nuestros días, seguramente el coronavirus se ajusta perfecto a esta lista. Al final, cada una es una expresión de nuestra mortalidad.

Teresa prepara el escenario para el viaje con la imagen del castillo. En realidad, ella está hablando del ser humano. El camino es hacia Dios en el centro, que es el último destino de todos.

La oración, en su forma más sencilla, abre la puerta hacia el castillo. Este es el comienzo de la interioridad humana, el despegue de una vida espiritual consciente. Teresa presenta el mensaje principal de su tratado como una conexión íntima entre el verdadero crecimiento espiritual y el desarrollo de la oración personal profunda.

Las siete moradas son como un conjunto de esferas dentro de una esfera. Cada globo contiene una variedad de experiencias. Cada morada es única. Teresa describe el movimiento de una esfera a otra. No es un pasaje en línea recta el que está por delante. Hay muchos movimientos hacia adelante y atrás y entre cada conjunto de moradas. Esto incluye movimientos aparentes hacia la siguiente morada y luego regresar cuando el esfuerzo y cooperación con Dios no es consistente.

Las primeras tres moradas son más cortas pero plantean sabiduría para el individuo y para la comunidad. Estas moradas comparten un componente común. Ellas acentúan el esfuerzo del individuo. La primera está marcada por la casi escondida chispa de lo trascendente. La segunda involucra la conversión moral. En la tercera, hay crecimiento real. La oración se ha vuelto una práctica regular en la vida de uno. Esto produce orden y disciplina. Sin embargo, el éxito aparente es un espejismo. El egoísmo básico todavía está operando pero con una nueva portada. Hay un sentido dominante de que uno ha llegado, acompañado con una peligrosa urgencia de quedarse establecido. El egoísmo flagrante de los primeros dos niveles puede haber pasado a la clandestinidad pero eventualmente surgirá, con frecuencia en el problemático disfraz de una espiritualidad distorsionada.

El movimiento hacia la cuarta morada es el “cambio contemplativo.” El autoconocimiento ha estado creciendo desde el inicio. Ahora hay una mayor claridad de la profundidad del egoísmo que reposa dentro. En una gran ironía, Teresa declara que cuando entendemos la gravedad de nuestro quebrantamiento personal y pecado, es cuando verdaderamente vemos la gloria de Dios.

“nunca nos conoceremos a nosotros mismos si no nos esforzamos por conocer a Dios. Al mirar a su grandeza, nos ponemos en contacto con nuestra pequeñez, al mirar a su pureza, veremos nuestra inmundicia; al ponderar su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes.” (Castillo Interior 1.9) en este intercambio de la visión de la depravación humana por la majestad de Dios, Teresa establece una visión de la vida cristiana. Somos impulsados hacia adentro y hacia adelante en una creciente relación íntima con Cristo. Esta relación está basada en un profundo anhelo por la salvación que fluye de un autoconocimiento más grande que lleva hacia la humildad. Cristo es visto como el camino hacia adelante en la última expresión de misericordia en su cruz y resurrección. Hay solamente una meta disponible en la fidelidad de uno a Cristo: la unión con Dios que está aguardando en la morada final.

La quinta y sexta moradas guardan la experiencia de la purificación final. Estas moradas reciben trato más extenso por parte de Teresa. En realidad son dos tercios del material en el texto. Son, en muchas formas, su regalo especial para la sabiduría de la espiritualidad cristiana.

Al final, la peregrinación hacia el centro produce un cambio en el énfasis de nosotros como el centro de todo, hacia Dios como el verdadero centro. El regalo de Teresa es su descripción en gran detalle de como éste reenfoque de nuestro ser por Dios tiene lugar en la contemplación. Teresa lo dice claro que Dios no solamente está disponible para todos, sino que es éste el deseo apasionado de Dios. Ella sabe al buscar la contemplación y misticismo son parte normal de la vocación cristiana. El hecho de que no sean entendidos como normales es una distorsión. Ella proclama que es tiempo de reenfocar. Es tiempo de recuperar el verdadero deseo de Dios que todos seamos uno.
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