EL PROBLEMA MÁS DIFICIL EN LA ORACION: LA ACTITUD DE DIOS

PARTE 2

Dios nunca está satisfecho con tener solo una parte de nuestro corazón. Dios siempre quiere más, ¡la cosa completa! El amor no se trata de dar solo un poquito. Todos los problemas en la oración están enraizados en esta actitud divina. Nosotros con frecuencia estamos dispuestos y aún más, somos entusiastas, para traer a Dios a alguna parte de nuestra vida. Dios no tiene un interés real en un día de ocho horas. El programa divino es de 24/7. Esto está por mucho, más allá de nuestro entendimiento en el comienzo. Es un largo viaje para nosotros el saber cómo dejar ir ese control que tenemos. Nosotros queremos estar a cargo respecto a cuánto tiempo y qué parte de nuestra vida le daremos a Dios. Ambos, el cómo y el cuánto de esta ventura definitivamente debe suceder en nuestros términos.

Basta de charla: la oración personal profunda es sobre enamorarse y amar, no cabe duda, es una cosa maravillosa. Es, sin embargo, muy costoso. Siempre llama a un cambio serio en nuestro horario personal.

Lo que sucede constantemente es el arte del compromiso. Nosotros terminamos en un programa con Dios que incluye nuestros negociables pero nosotros retenemos nuestros no-negociables. Eventualmente aprendemos que Dios es muy paciente con nosotros. Pero al final, Dios tendrá la última palabra. Esta es la última realidad para cada ser humano. Estamos hechos para ser uno solo con Dios. Este es nuestro destino. Esta es claramente la respuesta para la pregunta “a dónde vamos.” Con mucha frecuencia, tenemos que aprender a la manera difícil. Sin embargo, el deseo de Dios por tener nuestro corazón completo no va a cambiar. El amor de Dios es demasiado fuerte, demasiado enfocado y demasiado intenso como para dejar que nos alejemos. Dios nos hizo para ser amados y para ser uno con Dios. Dios no lo tendrá de ninguna otra manera, no importa que tanto tratemos de distraer y re-dirigir el programa de acuerdo a nuestros intereses.

Todos los esfuerzos humanos para responder esa pregunta básica de la existencia humana se quedarán cortos ante el claro propósito de Dios. No importa que tan buenos parezcan, toda la ingenuidad humana que no incluye nuestro destino para ser uno con Dios se quedará corto. En una forma u otra, están basados en la negación de la muerte. Para Dios, la muerte es sencillamente un cambio en la búsqueda eterna del amor que Dios tiene determinado para nosotros.

Los Evangelios están llenos con dichos que atacan nuestra mera tendencia humana para comprometernos con Dios.
  • “Cualquiera que venga en pos de mi debe negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme.” (Marcos 8: 34)
  • “Porque cualquiera que desee salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mi causa y por el Evangelio la salvará.” (Marcos 8: 35)
  • “El que antepone a todo su propia vida la perderá, y aquel que sacrifique su vida por mi causa, la hallará.” (Mateo 10: 39)
Estas frases son solo un breve ejemplo de las muchas frases similares que impregnan los cuatro Evangelios. Ellos piden una generosidad total en parte para responder al amor celoso de Dios que está llamándonos a la unidad divina. Está claro que el amor de Dios no está en ningún “medio tiempo” o menos que el paquete total. Cuando empezamos un compromiso para orar en una manera más seria, deberíamos estar conscientes que estamos iniciando un maravilloso viaje. Al final, con todas sus dificultades y complejidades, todo es sobre el amor: el amor de Dios de generosidad total e intensidad suprema y nuestro amor en su pequeñez, quebrantamiento y generosidad severamente comprometida. Es un largo camino de paso por paso que gradualmente lleva a la libertad de ser uno con Dios. El gran obstáculo es no empezar a orar con esta nueva intensidad. El segundo obstáculo es no entender que la verdadera gracia de la que tenemos hambre solamente es posible cuando seguimos la lucha para decirle si a Dios. La tradición Carmelita es enfática que todo esto es posible solamente con la purificación y la transformación personal.
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