Llámenme Tracy


En mi segundo o tercer año como sacerdote, al final del Concilio Vaticano II, empecé a decirle a la gente que dejaran de decirme eso de Padre y empezaran a decirme solo Tracy. Al poco tiempo una de las líderes de la Parroquia me llevó a un lado para decirme una sencilla verdad: ¡No todo era sobre mí! 

Ella dijo que la comunidad necesita respetar y honrar el papel del sacerdote. Era muy importante para ellos. Sin embargo, sería sabio de mi parte olvidar eso de “llámenme Tracy”

Jesús básicamente está diciendo la misma cosa en el mensaje del Evangelio de hoy. Mientras Él está dirigiendo la falta de los líderes judíos, también está hablando aún más forzadamente a los discípulos sobre el liderazgo en la comunidad cristiana. El servicio debe ser lo primero y lo principal. “El más grande entre ustedes debe ser el sirviente.” (Mateo 23: 11)

Eso es más fácil decirlo que hacerlo. Hay algo en la experiencia humana ordinaria que lleva a buscar el privilegio, el prestigio y el reconocimiento. Todos nos inclinamos a ser especiales. Cada reunión de seres humanos tiene que ver con la organización y liderazgo que vive con la tensión del poder y del servicio. Obviamente, en la comunidad de fe este conflicto juega en sí mismo entre el sacerdote y los laicos y la maldición del clericalismo que ha plagado la iglesia. Sin embargo, no hay grupo que no sea desafiado por esta tensión entre el poder y el servicio.

El comité del festival quiere ayudar a la parroquia apasionadamente pero es muy fácil perder la pista y reducir el esfuerzo completo de qué tanto hace el grupo en sus proyectos.

El comité de liturgia tiene que lidiar con la misma tensión. Mientras todos están ahí en el nombre de Jesús igual se escucha algo sobre los más grandes conflictos que tienen lugar en una parroquia de cómo organizar la adoración al Señor.

Los del ministerio de hospitalidad y los ministros de la Eucaristía también tienden a elevar el ego sobre el servicio algunas veces. Actualmente esto sucede en cada grupo de la parroquia. De igual manera, la parroquia y la escuela parroquial comparten un ministerio pero algunas veces es difícil encontrar el espíritu del Evangelio en estas relaciones problemáticas. Yo siempre recuerdo a un antiguo ministro bautista que me dijo cuando yo era un joven sacerdote, “que el diablo entra a la iglesia por medio del coro.”

Jesús nos dio una lección sobre la comunidad cristiana en el capítulo 18 del Evangelio según San Mateo. Al preguntársele quien es el más grande en el Reino de Dios, Jesús dice que debemos volvernos como niños. Luego hay una serie de enseñanzas sobre la comunidad cristiana. Jesús diseña un plan claro para todos, especialmente para los líderes. La humildad es la base, debemos poner especial atención a los miembros más débiles y a los que andan extraviados. Todo esto se hace en el contexto de un profundo y amoroso perdón.

Es obvio que tenemos trabajo que hacer para darnos cuenta quien es el único maestro y el único Padre (Mateo 23: 9) es un largo viaje para todos nosotros para darnos cuenta “que no es sobre nosotros”. Ese viaje es desde nuestros labios que dicen “El más grande entre ustedes deber ser su sirviente.” (Mateo 23: 11) a nuestro corazón que nos dirigirá a vivir una vida de verdadero servicio para la comunidad.
Compartir: