Décimo noveno domingo del tiempo ordinario

Mateo 14: 22-33

Estimados amigos,

El Evangelio de hoy trae la historia de Jesús caminando sobre el agua, está llena de simbolismo y ecos del Antiguo Testamento. Más inmediatamente la historia del bote en la tormenta es la manifestación de las luchas de la iglesia en los primeros años de su existencia y a lo largo de la historia. De igual manera, el episodio de Pedro vacilante es una expresión de la experiencia básica humana de ser totalmente vulnerables.

Pedro es audaz y aventurero cuando le grita a Jesús, “Si eres Tú Señor mándame ir hacia Ti sobre el agua” (Mateo 14: 28) Pedro inicia su caminata pero la realidad lo agarra en su débil fe. Cuando Pedro enfrenta su momento de la verdad y empieza a hundirse su grito “Sálvame Señor”  (Mateo 14: 30), expresa la verdad desnuda y sin filtrar de nuestra humanidad. Al final, somos totalmente dependientes de Dios.

Jesús dice “No teman” (Mateo 14: 27). Esta frase es una de las más comunes en toda la escritura. Es pronunciada más de trescientas veces en la Biblia. Cada vez revela la presencia de un Dios salvador y compasivo. Para llamarla una declaración de comodidad es demasiado corta. Revela a un Dios profundamente comprometido en la lucha humana con el poder de sanación y liberación. En el episodio de hoy como un ejemplo, Pedro termina de regreso en el bote en lugar de en el fondo del mar.

Todos tenemos nuestros momentos de “Señor sálvame” Estos tienden a ser pocos pero más intensos conforme pasan los años. Al final, hay un claro crecimiento lento de que verdaderamente estamos en la tormenta y estamos cerca de hundirnos.

La realidad de la necesidad para que Jesús crezca en nuestro corazón, puede ser una crisis en la salud, tan prevalente en esta pandemia, un chico que ha caído en las drogas, la pérdida de un ser querido, las consecuencias de una economía fuera de nuestro control, o sencillamente el inexorable proceso del envejecimiento. Hoy estamos inmersos en el trauma del Covid 19, la convulsión racial, una economía inestable y el estrés de un año de elecciones (en Estados Unidos) que ponen presión extraordinaria sobre nuestra vida personal, familiar y comunitaria. Cualquiera que sea la situación, todos estos eventos recaen en la última experiencia humana, nuestra mortalidad. La profundidad del grito “Señor, sálvame”, se vuelve más intensa y más dominante. Al mismo tiempo, la necesidad por alcanzar la mano de Jesús se vuelve más clara y fuerte e increíblemente más importante. Necesitamos mantener nuestros ojos fijos en Jesús.

Quiero regresar a mi santa Carmelita preferida, Santa Teresa de Ávila, para hacer una conclusión clara de la historia de hoy. Teresa dice que la historia de su vida es la historia de la misericordia de Dios. Con esto ella quiere decir que cuando llegó al momento más profundo y claro de su vida, su momento de “Señor, sálvame” le enseñó lo que significa ser una criatura. Ella abrazó el hecho de su realidad como criatura porque para ella significaba ser acunada en las manos amorosas de un creador de gracia revelado en su gran amigo y salvador, Jesucristo. Al final, la misericordia infinita de Dios es su victoria. Para nosotros es un viaje saber que nuestra vida es también, en su expresión final, la historia  de la misericordia de Dios. Que, ciertamente es una bella verdad, como la que Pedro encontró en el pasaje del Evangelio de hoy.

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