Oración y serenidad del corazón

Conforme hacemos progresos en la oración, se vuelve más claro que la disciplina es una parte verdaderamente importante de la ventura de la oración personal profunda. Necesitamos un compromiso para hacer tiempo para nuestra oración diaria, ya sea un rosario, o lectio divina, una novena o una oración contemplativa. Sin disciplina, no tenemos dificultad en dejar a un lado nuestro tiempo de oración.



Sin embargo, la batalla espiritual para orar regularmente demanda no solamente esfuerzo constante por parte de nosotros para hacer tiempo para orar sino tambien la sabiduría para ver como podemos ser engañados.

Con frecuencia decidimos que vamos a orar aun cuando nuestro corazón y nuestra mente están enrollados en proyectos futuros o disturbios emocionales o alguna fatiga interna similar. Lo que sucede con frecuencia es que vamos a través de las mociones de la oración sin el componente esencial, que es la comunión con Dios. Nosotros solo queremos cumplir con nuestra obligación para quitar la oración del camino.

Nuestro cuerpo está ahí pero nuestra mente y nuestro corazón están atrapados en alguna cosa completamente diferente. Esto es diferente a nuestras distracciones ordinarias en la oración.

Más importante aun, esta no es la misma sequedad en la oración la cual hace nuestro tiempo de oración más dificil. Esta sequedad con frecuencia es una señal de progreso y purificación. Estoy preocupado en la situación porque nosotros no oramos porque nuestro corazón no esta involucrado.

La oración es un compromiso serio de todo nuestro ser, cuerpo y espíritu. Demanda serenidad del corazón. La serenidad del corazón significa traer el poder del corazón a nuestra oración. Ganamos esta serenidad cuando reunimos nuestras facultades con el unico propósito de centrar toda nuestra energía en la tarea que tenemos en las manos, que es la comunión con Dios.

Teresa de Avila tiene un sonado consejo para empezar la oración. Estar conscientes de a quien le estamos hablando y estar consciente de si mismo como un pobre pecador. Para ella la humildad es el ingrediente crítico para que nosotros tengamos el enfoque en el inicio de la oración.

La tradición cristiana siempre ha enseñado que hay tres estilos de oración: vocal, mental o reflexiva, y contemplativa. Estos tres estilos de oración tienen la meta de llegar a la comunión con Dios. Esto es esencial para toda oración. Tenemos que hacer la conexión por fe con Dios.

Mientras que la oración viene de las palabras o expresiones corporales o del silencio en la parte más profunda de nuestro ser, la verdadera oración tiene una fuente común. Las Escrituras repiten como en mil pasajes que la oración viene del corazón. Sólo decir las palabras o profundizar en las mociones sin una conexión interna al corazón no es orar. La serenidad del corazón sobrepone este obstaculo. 

El corazón es la verdad más profunda de nosotros. Es donde nosotros vivimos cuando somos más autenticos. El elemento más poderoso de vida, o amor fluye del corazón. El corazón es nuestro centro escondido que trasciende aun al poder de la razón. Solamente el Espíritu de Dios entiende verdaderamente la profundidad y belleza de nuestro corazón. Todos los demás amores son ultimadamente parciales e incompletos cuando vienen a nuestro corazón. El corazón es nuestra forma de descubrir lo que en verdad es real. La oracion es esencial para esta jornada.

Cuando nosotros oramos, ya sea en el arrebato de cantos carismáticos o en la profundidad del silencio de la oración contemplativa, necesitamos orar desde nuestro corazón. Intentar orar fuera de hábito sin estar verdaderamente presente desde la profundidad de nuestro corazón nos lleva al fracaso. O mejor dicho, un esfuerzo tan superficial nos lleva a un desperdicio de tiempo.

Estoy seguro que todos hemos tenido esta experiencia de no hacer la conexión con el corazón al principio de nuestra oración. Esto es porque tomamos la batalla espiritual de la oración por segura. La oración demanda trabajo y determinación. Algunas veces, solo el tratar de hacer la conexión desde el corazón es nuestra oración. Dios es paciente y amoroso. Con frecuencia la lucha por reunirnos y alejarnos de las presiones, preocupaciones y deseos de la vida es una expresión significativa de amor por nuestra parte que Dios la abraza con agrado.

No hay nada ordinario sobre la oración. Es un regalo precioso que siempre inicia Dios. Dios nos está llamando al misterio del amor que es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Este misterio de amor, por si solo, satisface la sed del corazón humano.

Es de mucha ayuda tener un hábito de oración personal profunda. Hay, sin embargo, un lado oscuro en este crecimiento personal. Con frecuencia nos deslizamos en un enfoque superficial para orar. Nuestro ego es nuestro justo castigo en esta batalla para orar. El conflicto es dirigido por las consecuencias del pecado y llevan al ego al desprecio de la oración porque quiere decir que está perdiendo el control.

Esta guerra espiritual con frecuencia está escondida. Esta es la razón porque es tan importante trabajar a conciencia por la serenidad del corazón, para estar verdaderamente atentos a lo que viene o lo que está dentro de nosotros cuando oramos. Siempre demanda una determinación. Necesitamos limpiar nuestro corazón de preocupaciones, ansiedades, dolores y deseos. La vida estará ahí esperando por nosotros cuando terminemos de orar.

La serenidad del corazón nos ayuda a ser conscientes de que verdaderamente estamos en la amorosa presencia de Dios. Este recuerdo nos ayuda a hacer lo correcto y a estar presentes con todo nuestro corazón en este encuentro con Dios.

Orar es un regalo. No hay nada trivial en esto. Necesitamos volver constantemente a la amonestación de Teresa. Estar conscientes de en la presencia de quien estamos y de nuestro humilde pero bendecido estado de humanidad conflictiva.
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