Decimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario

Lucas 10: 1-12, 17-20


Estimados amigos,

Jesús fue muy claro. Los setenta y dos que fueron seleccionados iban a proclamar la venida del reino de Dios. Este mensaje fue directo y sencillo. Dios está actuando. Dios está respondiendo al mal en todas sus expresiones en la vida humana. La sanación que Jesús encomendó a los discípulos es el inicio de la transformación final de la realidad en paz, plenitud e integridad. La justicia prevalecerá sobre un mundo quebrantado y pecaminoso, sobre cada persona.

La tarea de los discípulos era lo que ahora llamamos evangelización. Su primera y principal responsabilidad era dejar fluir el mensaje de Jesús desde el fondo de un corazón con una profunda convicción personal. Para hacer esto ellos tenían que viajar ligeros de equipaje y deshacerse de los falsos valores y decepciones del mundo. Nuestro mundo hoy en día, como el mundo en los tiempos de Jesús, no tiene aceptación de un Dios que actúa contra la pecaminosidad del día. La integridad de la presencia de los discípulos y su compromiso era la parte más importante de la proclamación del reino. Tenía que consumir todo su ser primero que todo.

Siglos más tarde, Francisco de Asís capturó la profundidad de este misterio. Él dijo que debemos predicar el Evangelio en todo momento y usar las palabras solamente cuando sea necesario. Tal persona ha sido descrita como un testigo cuya vida habla tan profundamente que uno no puede oír lo que ellos dicen.

Por más de cuarenta años, los Papas, desde Pablo VI hasta Francisco, han sido insistentes sobre la suma importancia de la misión de la evangelización, la proclamación de la Buena Nueva.

La Alegría del Evangelio del Papa Francisco es un himno de maravilla sobre el tema de la evangelización como la autodefinida tarea del Pueblo de Dios. En La Alegría del Evangelio, Francisco trae una brillantez y poder para la tarea fundamental del Pueblo de Dios, proclamar el Evangelio. Por el bautismo, todos estamos llamados a la santidad. Todos estamos llamados a ser discípulos misioneros.

Francisco guarda un nuevo día para la iglesia. Toda esta renovación fluirá de un reenfoque en la misión de evangelización. El pontífice dice, “yo sueño con una ‘opción misionera’ que es un impulso misionero capaz de transformar todas las cosas, de manera que las costumbres de la iglesia, la manera de hacer las cosas, momentos y horarios, lenguajes y estructuras puedan ser canalizadas suavemente para la evangelización del mundo de hoy más bien que para su auto preservación” (# 27)

Las características principales de la misión de evangelización de Francisco son:

  1. Es la tarea fundamental de la iglesia. También es ministerio esencial de la parroquia y del discípulo individual de Cristo.
  2. La evangelización involucra no solo la transformación personal sino toda la realidad en sus expresiones social, económica, política y cultural.
  3. La proclamación debe centrarse siempre en el amor salvador y la misericordia revelados en Cristo crucificado y Cristo resucitado.
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