Décimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario

Lucas 9: 51-62


Estimados amigos,

Acabamos de terminar una celebración muy extensa que es el gran evento de nuestra fe, el amor de Dios revelado en el Misterio Pascual. Esto es la muerte de Cristo y su resurrección. Ahora volvemos al Tiempo Ordinario. Estamos entrando en el Evangelio de Lucas para conocer a Jesús. Traemos nuestras vidas, con nuestras alegrías, nuestras tristezas a este encuentro. Nuestra esperanza es ver la presencia de Dios y la llamada que guiará nuestra experiencia diaria.

El Evangelio de hoy revela el viaje de Jesús a Jerusalén. Esto toma diez capítulos completos en Lucas. Es casi como un Evangelio dentro del evangelio en la profundidad y la amplitud de su mensaje. Consiste mayormente en las enseñanzas de Jesús con solamente unos milagros durante este tiempo. Jesús ha crecido en la conciencia de que la profundidad de su conflicto con los líderes demandará un compromiso total. Esta fidelidad hacia la voluntad del Padre y la misión conducirán a la muerte. Esto es lo que Lucas quiere decir cuando dice: “Él resueltamente determinó viajar a Jerusalén” (Lucas 9: 51)

El concepto de viaje o peregrinación es un patrón común en la Biblia. Revela cómo experimentamos a Dios. Demanda un propósito único. Definitivamente es un boleto solo de ida.

En el pasaje del Evangelio de hoy Jesús habla sobre los requisitos para este viaje. Estas son las demandas del discipulado. La primera es liberarse de la venganza. Los discípulos de Jesús en el viaje van a ser personas de tolerancia que reniegan del señuelo natural por la violencia. Segunda, los discípulos deben desistir de la comodidad y conveniencias del pasado. El deseo profundamente humano por establecerse con límites claros y estar en el control tiene que ser abandonado. Jesús no está en las hipotecas. La suya es la forma de dejar ir la experiencia enraizada de la peregrinación. Tercera, Jesús demanda una lealtad que no acepta ningún retraso. La elección es caminar a Jerusalén ahora. Con demasiada frecuencia, esperamos evadir ese caminar. Queremos el lujo del siguiente tren. Jesús no está en los atajos. Muy pocas veces hay un siguiente tren.

Estamos llamados a tomar una decisión. Las reglas del viaje a Jerusalén demandan una disciplina que es desafiante y cómoda a la vez. Estamos llamados a caminar con Jesús. Esta es la elección fundamental de la vida cristiana. Como muchos otros pasajes bíblicos, esta enseñanza ha sido distorsionada con el paso de los siglos. Jesús no quiere cortar relaciones responsables con las familias ni con el prójimo. Él simplemente quiere ponerlas en orden. Dios va primero.

El discipulado, el mensaje principal del Evangelio de hoy, significa que estamos entrando en una relación. Empezamos esa relación dando el primer paso. Dios siempre nos lleva a donde estamos. Habrá muchos más pasos para seguir pero sin el primer paso no sucede nada.

Necesitamos dejar ir cualquier cosa que pueda ser un obstáculo para nuestra elección por Jesús. En nuestro camino a Jerusalén, lentamente veremos, con una claridad creciente, las muchas demandas de este compromiso. Todo será eventualmente sacado a la superficie. Creceremos en nuestra habilidad para determinar si nuestras acciones, posesiones y relaciones ayudan o no en nuestra elección de Jesús. Aprenderemos que no podemos dar vuelta atrás.
Compartir: